—¿Dónde estabas? —preguntó Nathan apenas América pasó por el desayunador.

—No tengo porqué darte explicaciones —respondió con voz firme—. Mejor dime tú, ¿además de infiel, ahora eres un borracho?

Nathan suspiró con fastidio.

—América, pensé que estábamos bien… olvidemos todo —se levantó e intentó tocarla, pero ella retrocedió, esquivando sus manos.

—¿Olvidar que dejaste embarazada a otra? ¿Creés que no tengo dignidad ni amor propio?

Él la miró con una mezcla de frustración y desprecio.

—Tampoco me reprochés tanto la infidelidad. Tú tuviste la culpa. Si me hubieras cumplido como mujer, jamás me habría fijado en Patricia.

América sintió que algo se le rompía en el pecho. Lo miró con una rabia contenida que ya no estaba dispuesta a callar.

—¡Eres un estúpido, un imbécil, un maldito! —gritó—. ¡Estoy cansada de la misma mierda! ¡Cansada de los hombres y sus excusas baratas! ¡Machistas de mierda!

Sus gritos retumbaban en las paredes, pero más fuerte aún retumbaban en su interior. Toda una v