El fin de la jornada laboral ya había llegado y en la oficina solo quedaban unas cuantas luces encendidas. La mayoría del personal ya se había marchado, pero Stella seguía concentrada frente a su computadora, revisando unos informes con la meticulosidad de siempre. Solo que esa tarde había algo distinto en ella: su expresión no era tan severa, y de vez en cuando, un atisbo de sonrisa se formaba en sus labios.
Cyrus, desde su oficina, la observaba a través de la puerta que últimamente siempre dejaba abierta para poder verla... vigilarla... cuidarla en silencio.
Había algo profundamente satisfactorio en ver a Stella así. Durante los últimos días había notado cómo su tensión se iba disolviendo poco a poco, como si cada entrenamiento, cada charla, cada mirada compartida fuera aflojando las cadenas invisibles que ella arrastraba. Y eso, de alguna manera, también lo transformaba a él.
Tomó su botella de agua y bebió un sorbo antes de salir de su oficina, caminando hacia el escritorio de