Cyrus salió de la oficina de Louis con una sonrisa que todavía no lograba borrarse del todo. No sabía si reír por lo absurdo de la conversación o ponerse nervioso por lo que significaba realmente. Aun así, cruzó el pasillo con paso firme hasta llegar a su propia oficina.
Cuando abrió la puerta, encontró a Stella allí, sentada en la silla frente a su escritorio, revisando unas carpetas que él había dejado más temprano.
Ella levantó la mirada en cuanto escuchó el sonido de la puerta.
—¿Todo bien? —preguntó, dejando la carpeta a un lado.
Cyrus asintió, cerrando la puerta detrás de sí.
—Sí, todo bien… más o menos. —Avanzó hacia ella.
El brillo curioso en los ojos de Stella apareció al instante.
—¿Y qué te dijo? —preguntó, enderezándose en el asiento.
Cyrus apoyó una mano sobre el respaldo de la silla donde ella estaba sentada y suspiró con dramatismo.
—Me regañó.
—¿Por lo que pasó hace unos minutos? —Stella abrió los ojos con un toque de culpa.
—No —dijo Cyrus, negan