Había pasado menos de media mañana desde que Cyrus llegó a su oficina, y ya Stella le había demostrado que se había convertido en una gran distracción.
Se sentía ridículamente atraído por ella. No por ella exactamente, y no de una forma romántica, sino por las cosas que ella hacía, las cuales eran un enigma para él.
Había tardado una hora más de lo normal en terminar su trabajo porque estaba demasiado ocupado mirándola por la puerta e imaginando cómo sonaba cuando gemía, cómo se vería si estuviera jadeando debajo de él...
Se sintió como un maldito sucio por eso, y terminó cerrando y trabando la puerta para no tener que mirarla más. Aunque no le impidió poder escucharla.
Esa mujer podía encontrar alegría en cualquier cosa y su risa era como una campanilla tintineante. Así que se imaginó metiéndole las bragas en la boca para amordazarla y eso lo volvió a excitar. Aunque luego se volvió a reír, porque supuso que sus calzones debían ser de esos de abuelita, que llegaban casi a las