A Cyrus Leroux jamás le había gustado perder y mucho menos tener que retractarse y admitir que se había equivocado, porque, según él, él siempre tenía la razón y los demás eran los equivocados. Pero, siempre había una primera vez y parecía que la primera vez que Cyrus Leroux iba a perder, sería por la culpa de Stella Davison.
La admiraba, sí.
Se había ganado su respeto, sí.
Pero esa mañana se levantó con un humor de perros.
No es que no tuviera un poco de mal carácter casi siempre, por supuesto que lo tenía. Pero sabiendo que había sido derrotado en una apuesta tan fácil, que iba a tener que humillarse al aceptar que se había equivocado y que la señorita Davison, a pesar de no ser bonita y mucho menos sexy, era la mejor secretaria que había tenido jamás... lo había convertido en un ogro.
Había algo más que aumentaba su mal humor y eso era el hecho de que la noche anterior no había podido conciliar el sueño y la causa de eso tenía nombre y apellido: Stella Davison.
A las once en