Angelina vio la espalda de la Madre Superiora desaparecer tras la puerta de la salida del convento y se encaminó directo al comedor a desayunar, se sentó y luego de hacer una oración se dispuso a comer, pero Sor Juana tomó su plato y vino a sentarse junto a ella.
— Hola.
— Hola.
— ¿Ya vas a decirme de qué se trata todo lo que estás haciendo? — Preguntó la mujer.
Angelina puso los ojos en blanco, ya que, ya no importaba nada, le diría alguna mentirilla piadosa y ya.
— Era una obra de caridad, pero ya está resuelto.
— ¿Una obra de caridad? ¿De qué clase?
— De la clase desagradecida — Dijo cortante mientras le daba un mordisco a su pan.
— Mmm… pareces especialmente molesta esta mañana — Comentó observando su rostro y las bolsitas oscuras bajo sus ojos —&iq