Capítulo XII

Ojeo la herida mediante el reflejo que me otorga el espejo. Es increíble. Ya está por cerrarse y es grande, diagonal; inicia en mi cadera y finaliza rozando un pecho. Eso tuvo que necesitar puntadas, analgésicos fuertes e incluso operación. Pero no, tan rápido cesó gracias a las brujas. Hago mis ojos rendijas, tendré que buscarlas y pedirles explicaciones.

En tan solo una semana sufrí un gran desmadre: disparo en la pantorrilla, rotación agresiva de mi muñeca, corte procedente de algún cuchillo en mi costado y varios hematomas en el rostro. La rareza del asunto es que en plena inconsciencia no se me cayó la máscara. Y no es rareza del todo, eso sí. La capucha tiene alambre metálico cocido en las esquinas, dándole peso para que no se eche para atrás en movimiento. Incluso puedes enredar tu cabello en la tela, así, de dicho modo, se adherir&aacu

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