Itala
Le dejo los puños a Azzu mientras mis dedos se encargan de encender las redes. Estoy con los ojos puestos en el monitor, viendo cómo la sangre se desliza de la nariz del albanés.
Verifico que tengamos la ubicación bloqueada y que la transmisión se mueva como la pólvora.
Aprecio que las computadoras estén en el lado izquierdo y que mi cuerpo esté de espaldas a Neri. Merda, su pecho tonificado y cubierto de tinta me tentó. Quería pasar mi lengua por su piel hasta bajar a su órgano reproductor.
—¡Joder, tenemos encendidas las redes! —grita Guido, sacándome de mis pensamientos cochinos.
Observo cómo Azzura lanza puños en la cara del hombre. La habitación de los deseos se tiñe de rojo; Renzo se encargó de darle un aire sangriento instalando una bombilla de ese color.
—Primo, te dije que la Gazzella es un peligro —ronronea Neri, y me giro de golpe.
Mi cuerpo es un traidor.
Me quedo con la boca abierta al ver el tatuaje que tiene en el centro de su espalda: hay una entrada imponente, al