El aire en la manada es denso, como una tormenta a punto de desatarse. Desde la última batalla, la paz parece ser solo una ilusión pasajera. Aunque Kian y yo hemos reconstruido lo que pudimos, las sombras de lo que perdimos aún persisten. Las miradas de los miembros de la manada están llenas de respeto, pero también de temor.
Camino junto a Kian, sintiendo el calor de su mano entrelazada con la mía. Su presencia es mi ancla, la única constante en medio del caos. Pero incluso él, con su porte imponente y su expresión decidida, no puede ocultar la tensión que lo consume.
—Sabes que esto no ha terminado. —Su voz es baja, solo para mí.
—Lo sé. —Le aprieto la mano, dejando que la conexión entre nosotros hable por sí sola.
Los rumores se han extendido. Una alianza secreta entre nuestros enemigos. No sabemos cuántos rostros conocidos han decidido vender su lealtad, pero la amenaza es real. Y lo peor de todo es que aún no sabemos quiénes están detrás.
Esa incertidumbre me carcome.
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