*Thump.*
El sonido de las botas de Rafael golpeando el suelo técnico resonó como un disparo en la catedral de silencio blanco. Elena aterrizó un segundo después, amortiguando la caída con una flexión de rodillas, mordiéndose el labio para no gritar cuando el impacto sacudió su brazo herido.
Se levantaron.
Estaban dentro.
La Colmena. El Nivel -5. El santuario más sagrado de Apex AI.
Elena había esperado oscuridad, cables colgando, caos. Pero esto... esto era aterrador por su perfección.
La sala era inmensa, un cubo blanco estéril que se extendía hacia la oscuridad. Filas interminables de servidores se alzaban como monolitos de hielo, iluminados por luces de estado azules que parpadeaban en un patrón hipnótico.
Hacía frío. Un frío polar, artificial, diseñado para mantener a las máquinas felices mientras los humanos temblaban. El zumbido de los ventiladores de refrigeración era tan fuerte que se sentía en los dientes, una vibración constante que borraba el pensamiento.
—Es un congelador