Salimos en una cocina grande, luminosa, con flores frescas
en el medio de la encimera.Rosas. ¿Quién demonios vive en esta casa? A Ryan no lo veocomo el tipo de hombre al que le gusta las flores.—Espera aquí —dijo Colin y volvió al sótano.Estuve a punto de gritarle que no me dejara sola pero yahabía bajado. Empecé a agobiarme. El miedo de que algo lepasara a Colin era demasiado fuerte para poder ignorarlo.Aunque sabía que Ryan no le podía hacer daño el temor quesentía era imposible de controlar. Así que me quede enmedio de esa cocina soleada, temblando y admirando lasrosas.No sé cuánto tiempo paso hasta que Colin volvió a milado con la misma expresión seria. Pero tenía los nudillos delas manos ensangrentados. Y aunque puede parecer cruelme alegro. Ryan lo merecía. Eso y más. Puso su brazoalrededor de mis hombros y me guía hacia la salida. Lostemblores y el miedo se han evaporado con u