—¡Jodida mierda! —exclamé colgando y guardando el
teléfono en el bolsillo.Justo lo que necesitaba ahora mismo, más líos, másproblemas que no podía resolver. Sabía que Uma iba adarme problemas, pero no sabía que íbamos a llegar a esto.Pero dejé eso a un lado y entrecerrando los ojos busqué alhombre que había visto hace poco entrar.El Tigre era su apodo y nunca pudo entender por qué. Eraun hombre bajo, delgado y con una barba que le hacía versecomo uno de los siete enanitos. A pesar de vivir en el peorde los barrios, de que sus amigos eran la escoria de lasociedad, él era un buen hombre.En el interior, muy bien oculto de los ojos de los demáshabía un corazón listo para ayudar cada vez que tenía laposibilidad. Esperaba que hoy la tenía.Lo miré mientras intentaba conquistar a una mujer rubiay no pude evitar sonreír cuando ella lo rechazó. Pero él norenunció, lo intentó con otra y otra ha