La consulta está atestada de gente, y doy gracias que por lo menos me
toca dentro de diez minutos. Enma toquetea su teléfono varias veces,desbloqueando el aparato cada dos por tres. La miro de reojo, pero estaintenta apartarse para que no pueda ver lo que hace.—¿No estarás hablando con el capullo de tu jefe? —Alzo una ceja.Me mira con mala cara.—Ni me lo menciones. Y no, no estoy hablando con él.—¿Has vuelvo a saber algo más? —pregunto por el susodicho.Asiente con desesperación.—He tenido que usar tu táctica del bloqueo. Es imposible no abrir elteléfono y encontrarme con veinte llamadas, y quinientos mensajes.—No entiendo la obsesión que tiene ese hombre contigo. Deberíasponerle una denuncia por acoso.—¿¡Cómo voy a hacer eso!? —Se altera.—Yendo a la comisaría, muy fácil. —Arruga el entrecejo mostrándomesu enfado—. Enma, no pongas esa cara. El comportamiento que tiene contigoes excesivo, pa