Capítulo ciento dos. Carga Heredada
— — — — Narra Brad Lancaster — — — —
No recuerdo en qué momento exacto dejé de oír el ruido de la puerta blindada cerrándose tras de mí. Solo sé que cuando salí de esa maldita prisión, sentía que arrastraba cadenas invisibles atadas a mis tobillos. La conversación con Arthur me había dejado exhausto. Y lo peor es que no conseguí respuestas claras. Solo más sospechas. Más rabia. Más preguntas.
El viento frío me azotó la cara cuando salí al estacionamiento, como si el universo me escupiera por haber cruzado la línea y buscado ayuda en ese monstruo. Me apoyé contra el auto, apretando el volante con una mano, la otra aún temblando. No por miedo. Por furia contenida.
“Un hijo solo sirve si se le puede usar”. Las palabras de Arthur aún retumbaban en mi cabeza.
No hablaba de mí. O quizás sí. Tal vez de ambos.
Conduje de vuelta a casa sin poner música. Sin hablar. Sin pensar en otra cosa más que en el rostro cínico de mi padre. Y en esa foto que había desli