Venus es el seudónimo de la belleza que ilumina aquel burdel en las noches. No hay un hombre que no se sienta atraído por aquella diosa que danza sobre la tarima principal. Esos ojos felinos bajo el antifaz negro, unos labios carnosos tan rojos y jugosos que piden a gritos ser mordidos sin piedad. Cómo no ver las curvas matadoras que tan bien se marcan bajo aquellos escasos trozos de tela que no dejan mucho a la imaginación. Pero esa diosa que deslumbra en las noches, no es más que una chica común en los días. Con un traumático pasado y un difícil presente; Gabriella se ve obligada a trabajar en las noches en aquel burdel para poder sustentar a su hermana los medicamentos necesarios para su vida. Pero lo que ella no imaginó esa noche de luna llena, cuando marcó la media noche y subió al escenario para dar su show como de costumbre, era que entre sus espectadores se encontraría aquel mítico ser, que marcaría su vida convirtiéndose en su destino, su perdición y la mayor pasión de su vida.
Leer másTrato de mantener la calma, pero mis manos temblorosas me delatan. Cruzo mis dedos sobre mi regazo y respiro hondo.
—¿Qué está pasando con ella, doctor? —miro preocupada al médico que se encuentra ligeramente recostado en la silla de su escritorio. Tiene una expresión amable en un rostro surcado de arrugas. —Señorita, lo que está sucediendo con su hermana es normal para una niña que padece leucemia mieloide aguda. —Lo sé, pero últimamente está muy deprimida, pálida y siempre parece muy cansada. —Todos esos son síntomas normales. Recuerde que está siendo sometida a quimioterapia. Es un proceso que tiende a traer muchas consecuencias, entre ellas la anemia, que es la razón de la debilidad de Mara. —¿Debo preocuparme? —pregunté mientras me ponía de pie. —Es inevitable que se preocupe; la leucemia es muy peligrosa. Pero por ahora, todo está controlado, Mara está en buenas manos. —Muchas gracias, doctor —estreché amablemente su mano y tomé mi bolso, encaminándome a la salida. El horario de visitas de Mara ha culminado y, si no me doy prisa, llegaré tarde al burdel. Mi teléfono vibra dentro de mi bolso mientras voy en el taxi. No es necesario ver el nombre; por la hora, imagino de quién se trata. —Hola —respondí mientras buscaba en mi bolso el dinero para el taxi. —Llegarás tarde nuevamente —su tono de irritación no pasa desapercibido. —Estaré allí a tiempo —rodé los ojos, irritada—. No es necesario que me llames diariamente, sabes que tengo que ir a trabajar. —Te espero en diez minutos, máximo —dicho esto, colgó. Ya ni me molesta; estoy acostumbrada. El taxi se estacionó en la entrada del burdel, donde ya comenzaban a acumularse los autos. Hombres de todas las edades y clases se adentran por la puerta principal, así que decido tomar la trasera. Apenas entro al camerino, me encuentro con la cara poco amigable de mi querida jefa, Susan. —Llegas cinco minutos tarde —reclamó mientras caminaba en mi dirección. —Lo siento, estaba visitando a Mara. —Siempre es la misma excusa. Si estás aquí trabajando es porque sentí lástima de ti. —Y tú siempre con el mismo sermón. Si estoy aquí es porque, desde que llegué, tus clientes han subido el doble. Porque la mayoría de los hombres que están allá afuera han venido a verme bailar —contrajo el rostro enojada, pero no se atrevió a refutar, por el simple hecho de que tengo razón y lo sabe. —Vístete, ya casi te toca —dejó el atuendo sobre la percha y se marchó, haciendo resonar sus tacones de nueve centímetros sobre el suelo de madera. Me senté frente al tocador, recogí mi cabello para comenzar a maquillarme. No tardé mucho en vestirme. Respiré hondo y coloqué el antifaz negro sobre mi rostro. Entonces lo sentí, al igual que cada noche; cuando me coloco el antifaz, me vuelvo otra. Dejo de ser Gabriella para convertirme en Venus, la que todo hombre desea, la que ilumina los escenarios. —¡Venus, te toca! —anuncian desde la puerta del camerino. Dejo caer la fina bata de seda que cubre mi cuerpo, dejando así al descubierto el atuendo que en esta ocasión escogió Susan para mí. El brillante color rojo resalta perfectamente con mi piel blanca y se asienta sobre mis curvas como si fuera hecho solamente para mí. Llego al escenario que se encuentra en penumbras; todo se ilumina y el lugar se llena con la lenta y sensual melodía de la música que acompaña mis movimientos. Muevo mis caderas con lentitud contra el frío metal del tubo, ganándome unos cuantos silbidos y asquerosos comentarios lascivos. Me deslizo hacia abajo sensualmente, abriendo mis piernas para luego subir, exponiendo mi poco cubierto trasero hacia el público. La música se detiene y el lugar estalla en aplausos, silbidos y dinero, mucho dinero, siendo lanzado al escenario. Doy la espalda y, en un agraciado movimiento, comienzo a caminar nuevamente rumbo al camerino. Me siento sobre uno de los muebles tapizados de rojo. Me recuesto hacia atrás unos segundos mientras dejo que mi mente divague en mis recuerdos. Recuerdos que logran atormentarme. —Te has lucido hoy allá arriba, Venus, te felicito —Susan entra y me ofrece una botella de agua que acepto gustosa. —Todo sea por el dinero —dije desinteresada. —Puede que siempre esté discutiendo contigo, pero sabes que te admiro —la miré elevando una ceja incrédula. —¿Tienes fiebre, Susan, o no te ha sentado el whisky? —sonreí burlona. —Te reprendo, lo sé, pero lo que estás haciendo por tu hermana es admirable. —Susan —advertí—, sabes que no me gusta sacar ese tema. Mara jamás sabrá a lo que me dedico. —No tienes por qué avergonzarte; lo que haces es un acto de amor incondicional. —No me avergüenzo de mí, solo quiero que ella crezca con la cabeza en alto. No quiero que sufra la vergüenza de saber que su hermana era una stripper. —Le estás salvando la vida; ella jamás se sentiría de ese modo por ti. —¿A qué has venido? —pregunté con la mayor intención de abandonar ese tema de conversación—. Sé que no viniste solo a traerme agua y decirme cuánto me admiras. Suspiró resignada y se puso de pie. —Hay un cliente —le corté antes de que terminara. —Ya sabes muy bien mi respuesta. No iré a la cama con ninguno de tus clientes, yo solo bailo, nada más. —Lo sé, se lo he dicho, pero es muy insistente. —No discutiré nuevamente sobre esto. —Escucha, Venus, es una oportunidad excelente de ganar mucho más dinero que solo bailando. Además, deberías verlo; ese hombre es una escultura andante. —He dicho que no, ahora déjame sola. No muy resignada con mi respuesta, abandonó la habitación soltando un montón de maldiciones. Bebí un largo trago de agua y me dispuse a tomar mis cosas e irme. Mañana la visita de Mara sería en la mañana y quería poder pasar antes a comprarle algún regalo. Además, debía pagar al hospital el tratamiento. La puerta del camerino se abrió y luego se cerró, sonando a mis espaldas. —Susan, no hablaré nuevamente; he dicho que —pegué un brinco al voltearme y encontrarme con un hombre de pie en el centro de la estancia—. ¿Quién es usted? No puede estar aquí —me apresuré a responder. El desconocido ladeó el rostro mientras se formaba en sus labios una sonrisa de medio lado. —La dueña me lo ha permitido —respondió, rodeando mi figura y caminando hasta sentarse despreocupadamente sobre uno de los asientos. ¡Voy a matar a Susan! —Señor, es mejor que se marche. —Te pagaré lo que quieras —¿perdón? —Disculpe —me crucé de brazos, indignada. —Oh, no te hagas la moralista; eres prostituta. —Soy bailarina exótica, no me acuesto con los clientes. —Sí, ya estoy al tanto de tu manera de pensar. —Entonces puede irse por donde mismo ha llegado. —Te propongo un trato. —No estoy interesada. —No soy de los que tienen mucha paciencia —advirtió con expresión severa—, así que le recomiendo guardar silencio y escucharme. No sé si fue por miedo a su expresión o por interés, pero guardé silencio y me senté, aunque aún manteniendo mi rostro serio. —Seré rápido y consistente, como acostumbro —cruzó elegantemente una pierna por encima de la otra, dándole un aspecto muy empresarial—. Acepta acostarte conmigo cada vez que yo lo desee, y te pagaré en cada encuentro lo que acostumbras a ganar en todo un mes de trabajo en el burdel. No sé si reírme o gritar. Pero prefiero creer que es una broma, porque si no lo es, creo que corro el riesgo de aceptar su propuesta. Justo ahora estoy desesperada; necesito dinero para el pago del hospital y los carísimos medicamentos de Mara. El burdel paga bien, pero no lo suficiente. Susan acostumbra a emboscarse la mayor parte de lo que obtiene gracias a mí. Así que una propuesta como esta, ahora mismo, me parece muy tentadora.Dos años y medio han transcurrido desde entonces. Aún no puedo superarlo y creo que jamás podré. De alguna manera siento que una parte de mí murió también ese día. El viento frío de invierno azotó helando mi piel. Veo varios jóvenes salir por las amplias rejas de la escuela. Yo me mantengo de pie en en la entrada hasta que veo su corta melena castaña asomarse por la entrada. —Has tardado mucho niñata —bufé y ella río acercándose. —Lo siento Az —ese tonto apodo que inventó —. Tuve que limpiar mi salón. —Como sea, sube al auto. Mientras íbamos de camino ella me miró algo pensativa. —¿Puedes llevarme a un sitio? —preguntó cabizbaja. —Mara en serio eres un dolor de cabeza. ¿A dónde quieres ir ahora? —Al cementerio —susrró algo triste. —Está bien. —¿Por qué me ayudas? —preguntó luego de unos minutos de camino. —¿A qué te refieres con eso? —ella miró en mi dirección. —Desde que salí del hospital has estado ayudándome, incluso te encargaste de que me asignaran a una fami
—Lamentamos informar que su hermana ha caído en un estado de coma profundo. Sufrió una fiebre muy alta luego de la quimioterapia y esto la dejó en un estado crítico. —¿Cuál es su estado actual? —pregunté sosteniendo las lágrimas y con el inmenso nudo en mi garganta. —Crítico extremo. Su cáncer se ha vuelto terminal. Creemos que solo le quedan unas horas de vida. El teléfono resbaló de mi mano hasta caer en la suelo. Azrael se apresuró a mi lado y lo recogió. —¿Qué pasa Gabriella? —colocó una mano en mi hombro. Cuando levanté a vista a sus ojos y los vi brillando de aquella manera, con tanta preocupación y a la vez lástima. No pude evitar romper en llanto. Me aferré a su camisa hundiendo mi rostro en su pecho. Lloré como nunca antes lo había hecho, como una niña pequeña que ha perdido todo. Mientras él me envolvía en un fuerte abrazo. Pero a pesar de todo ello, me era totalmente imposible sentirme reconfortada. Solo puedo sentir un vacío en mi pecho, uno que jamás podré lle
—¿Puedo permanecer aquí esta noche? —preguntó mi padre y enseguida asentí. —Claro, hay más habitaciones —respondí sonriente. —Bueno bueno, mi querido suegro se queda hoy —se burló Azrael y le dediqué una mirada de advertencia. —Dormiré hoy con mi padre —tomé su mano —. Recuerdo que siempre lo adoré y nuevamente quiero experimentarlo. —Garbriella —Azrael hizo un puchero que se me hizo realmente tierno —. Eres tan injusta. —Tengo muchas noches para dormir contigo —me acerqué y le deposité un beso en los labios —. Tiempo es lo que sobra. Asintió no muy convencido. —Pero sabes que necesitamos hablar —dijo esta vez con más seriedad en su voz. Miré a mi padre que hizo un leve asentimiento para hacerme saber que estaría bien. Fuimos a la habitación y tomé asiento en la cama mientras él permanecía de pie frente a mí. —Lo siento —susurró por lo bajo aunque siendo aludible. —No estaba dispuesta a perdonarte —confesé y me miró sorprendido —. Desde que comencé a recordar todo y
POV Gabriella:----- Aún me siento mareada, eso sin hablar del incesante dolor de cabeza que parece querer romper mi cráneo. Pero aún así, no se compara con el dolor que siento en mi interior. Dolor porque recuerdo todo lo que antes no y sobre todo porque Azrael me mintió, a pesar de que le rogué mil veces que no lo hiciera. —Gabriella déjame explicarte —dio un paso en mi dirección intentando acercarse pero retrocedí. —No quiero que expliques nada —negué varias veces limpiando mis lágrimas. —Hija mía —mi padre colocó una mano sobre mi hombro —. Él mintió porque así se lo pedí. Lo miré totalmente desconcertada. —¿Por qué? —mi voz suena más quebrada de lo que pretendo. —Conocer toda la verdad te haría despertar y eso te pondría en la mira de los ángeles. Sería un peligro para ti —me miró a los ojos —. Pero debes saber que desde un principio él se preocupó por ti e incluso indagó en la verdad en busca de respuestas. Para poder responder tus inquietudes. Permanecí en silencio,
Cuando llegamos a la fuente de poder nos encontramos en la salida trasera de un edificio abandonado. Dentro podía sentir la ligera esencia del alma de Gabriella y también un poder angelical. Temí lo peor así que corrí al interior con Gabriel siguiendome. Al llegar a lo que sería una de los salones del primer piso me encontré con la escena de Gabriella arrodillada en el suelo. Ella sostiene su cabeza mientras un gesto de dolor se dibuja en su rostro. Además sus ojos que se mantienen abiertos están brillando intensamente. Unos ahogados alaridos de dolor abandonan sus labios mientras gruesas lágrimas escurren por sus mejillas. Juro que jamás sentí algo así pero mi interior gritó con una furia abrazadora, una furia como nunca creí experimentar. Arde cada parte de mi cuerpo con odio y un deseo insaciable de acabar con aquel que estuviera causando su dolor y desgracia. Mis ojos se dirigieron coléricos al causante de semejante acto. Es uno de los ángeles del ejército celestial. Aunque no
Junto mis manos por sobre mi regazo, me siento ansiosa y comprendo a la perfección el por qué.—Todo esto parece ser otro de mis sueños extraños —confesé bajando la mirada a mi regazo. —Comprendo, en serio te entiendo —confesó algo preocupado —. Justamente por eso no quería decirte, este tipo de secretos son demasiado fuertes como para que una persona lleve dicha carga. —Tampoco soy una persona normal, ¿o sí? —noté como su postura cambió a algo tensa —. No eres bueno mintiendo Azrael, puede que guardes fuertes secretos pero las mentiras no son lo tuyo. De todos modos sé que no soy normal, desde ese día en que mis ojos brillaron tan fríamente —le miré a los ojos —. Pero presiento que tú sabes más de mí de lo que me dices, y temo eso, porque no te perdonaré si me ocultas la verdad sobre mi existencia.—Todo lo que te oculte es por tu propio bien —se apresuró a decir pero negué varias veces. —Todo en lo que a mí respecte debe ser de mi conocimiento. Es mi vida y cada vez se vuelve más
Último capítulo