Ilusionada con un romance idílico, Isabella se enamoró perdidamente de un millonario playboy. Cuando descubrió que estaba embarazada consideró que el tiempo a su lado le haría ver que era la mujer perfecta para ser su esposa y la madre de su hijo. Creyendo que su sinceridad y su amor podrían dar calidez al frío corazón de ese hombre que se cerraba a ella, decidió ser la primera en proponer que le dieran un giro a su relación secreta. Sin embargo, no esperaba que luego de esa propuesta fuera rechazada. En ese momento se sintió tan patética, humillada y utilizada por el hombre que amaba con locura; que decepcionada decidió que lo mejor sería huir lejos llevando el fruto de su amor en su vientre, sin saber que su dolor solo se extendería más cuando su recién nacido fuese robado de sus brazos. Cinco años más tarde, ellos volvieron a coincidir en una fiesta donde ella lo cautivó de tal manera que él no pudo resistirse a sus encantos. Bailó anonadado con la dama tan sagaz, y segura de sí misma; sin embargo, su coqueteo fue interrumpido por una mujer y un niño que lo llamó papá. Con el corazón hecho añicos, Isabella se dio la vuelta y se marchó. Furiosa consigo misma por haberse acercado a él si de igual manera no planeaba estar con alguien que no la sintió digna de ser su esposa y madre de su hijo. Pero, esta vez es diferente, porque ella solo quiere recuperar a su pequeño dejando el pasado atrás. Sin embargo, él no quiere dejarla ir; pues no está dispuesto a perder por segunda vez a la mujer que ama. Por eso se propone: «Volverás a ser mía Isabella o dejaré de llamarme Maximiliano Gil». PROHIBIDA SU COPIA O REPRUDUCIÓN. 2301063046584
Leer másEl hombre trajeado corre hacia la oficina todo lo rápido que puede, siendo seguido por un séquito de otros cuatro hombres también de traje, solo que con auriculares disimulados y con las cartucheras con sus armas quedando expuestas por las americanas de los trajes abiertos y despreocupados por haber un tema más importante entre manos.
El primer hombre no podía creer que había ocurrido una vez más, ¿cómo era posible? Se suponía que estaba con protección, ¿cómo es que había podido ocurrir? ¿Es que tenía a un grupo de completos inútiles bajo su mando? M*****a fuera su suerte... No importaba, ya luego lidiaría con ese problema, ahora necesitaba llegar y pronto, era su prioridad. Y con eso en mente, acelera el paso todo lo que puede y por fin alcanza su destino, abriendo la puerta de golpe, sin importarle el ser delicado en ese momento, encontrando una imagen que le partía el corazón: sobre el sillón, cubierta con una manta y abrazada con fuerza contra el cuerpo de su mujer, estaba su preciada hija, su tesoro más valioso, con el rostro enrojecido, al igual que sus ojos, hinchado por una mejilla donde, evidentemente, había recibido un golpe recientemente, con manchas de maquillaje negro corrido por lágrimas por su piel y su cabello, normalmente perfectamente arreglado, enredado y echo un completo desastre. Casi ni parecía su niña, era como una versión alternativa de ella.
Su apreciación de su hija ocurre en menos de un segundo, y enseguida ya están junto a ella, siendo apretado contra el rostro de ella y sintiendo su llanto contra la camisa ahora mojada. Su mirada pasa a los que se suponía que debían cuidarla, observándolos con el enojo a todas luces en sus rasgos.
-¿Qué fue lo que sucedió?
-Cuatro camionetas, con seis tipos encapuchados cada una, aparecieron de la nada cuando la señorita salía de su entrenamiento. Éramos cuatro porque Robert había ido por el auto, nos atacaron y aunque pudimos eliminar a algunos, uno logró llegar hasta ella. La golpeó cuando la señorita intentó soltarse, pero logramos matarlos a casi todos. El último, que habíamos dejado para interrogarlo, solo dijo "no importa lo que hagan, él se la llevará y ustedes caerán", y como los nazis en la segunda guerra mundial, se tragó una píldora con cianuro para suicidarse.
-Demetrius Ledebh.
-Sí señor, estamos casi seguros de que sí. Nadie más intentaría algo así más que él.
-¿Papá...?
-Shhhh... Tranquila, no va a pasarte nada, te lo prometo.
Abrazando a su hija, el hombre observa a su secretario y asiente hacia él a modo de señal. Él le devuelve el gesto y se retira rápidamente a cumplir con su orden silenciosa, mientras el grupo en la sala se retira hacia su casa, donde el padre se acuesta con su hija hasta que ésta, con el cansancio luego del susto y un té relajante, finalmente se queda dormida.
Cuando está seguro de que no notará su ausencia, el hombre se levanta y se dirige a su despacho, donde su secretario lo espera desde hace casi veinte minutos. En cuanto el primero entra y se acomoda en la silla tras su escritorio, el segundo aprieta la carpeta que lleva entre sus dedos con fuerza, nervioso por lo que va a ocurrir a partir de esto. No era la mejor idea, mas ya no tenían otra, la cosa estaba muy difícil, y ya decía el dicho que, para combatir a un demonio, se necesitaba otro. Esperaba que fuera cierto...
-¿Lo tienes?
-Así es, Sr. Presidente.
-Dámelo.
La carpeta cambia de manos y, en cuanto la abre, una foto de primer plano aparece, de una joven prácticamente igual a su hija en rostro, solo que con la cabellera del color de la sangre fresca y corta a lo pixie, varias perforaciones en su oreja derecha y otra en su labio, la cual sostenía el cartel con el número de identificación en una mano y con la otra enseñaba el dedo medio con gesto aburrido.
Fuera de las diferencias puramente estéticas, casi asustaba lo mucho que se parecía a su preciada niña, al punto de que podrían ser fácilmente gemelas, si no hubiera estado él en el parte y hubiera visto de primera mano que su mujer solo había dado a luz a una bebé y no dos.
-¿Está seguro de esto, Sr. Presidente?
-No, ¿pero qué otra queda? No puedo permitir que ese maldito se lleve a mi hija, y ella es nuestra única oportunidad.
-En ese caso, ¿cuándo quiere ir a verla?
-Hoy mismo; no voy a retrasar más esto y darle una nueva oportunidad de planear algo más contra Mailena, así que prepara el helicóptero y llama al alcaide, nos reuniremos con ella ésta misma noche.
-Como ordene.
El sonido de chicharra de la puerta siendo abierta suena, seguido por el de corredera de la misma, haciendo que la joven sobre la cama, la cual parece estar practicando origami tranquilamente, alce mínimamente su mirada del papel por un instante, antes de volver a los dobleces y suspirar con aburrimiento.
-¿Ahora qué es lo que quieres? Creí que había quedado claro que no quería ser molestada.
-Pues lo lamento, sin embargo, tienes visitas, y no del tipo que puedes rechazar.
Esa respuesta llama su atención y alza nuevamente la cabeza, observando al guardia frente a ella con una ceja alzada.
-¿Y quién querría ver a alguien como yo?
-Levántate y lo sabrás...
Habían pasado 4 meses.La boda fue espléndida, aunque Isabella se casó luciendo su pancita. Resulta que no se dio cuenta de que había quedado embarazada desde aquella noche que tuvo un encuentro con Maximiliano. Su sorpresa fue grande cuando descubrió que todos los mareos que le daban eran porque llevaba el segundo hijo que Maximiliano tanto pedía y él cuando se enteró no sabía cómo celebrarlo, a pesar de que ella lo quería fusilar, porque al final se vistió de novia llevando el fruto de su amor en el vientre.Al fin su enfermedad del estómago había desaparecido, estaba cuidando más de sí misma, incluso había dejado que los asuntos empresariales fueran atendidos por Maximiliano, Oliver y Hugo, a ella lo único que le importaba era su pequeño travieso y disfrutar espléndidamente de su embarazo.Mientras que Blas, tras durar esos meses encerrado, no lo soportó, su cuerpo colapsó, y ya estaba en cama mal pasando con el fuerte dolor de pecho que no cesaba ni por un segundo; como si fuera e
Ellos iban tan sumergidos en su charla que no se dieron cuenta de que ya estaban frente al coche y que Máximo estaba esperando.—Hijo…— lo llamó el hombre con voz titubeante y Maximiliano lo vio con irritación.—Dije que no quería verte, por favor respeta mi pedido— le reprochó tosco, y con mirada llena de decepción.—Lo sé, pero necesitaba entregarte esto—. Decía al mismo tiempo que extendía la mano en la que tenía unos documentos, los cuales Maximiliano abrió y se quedó pasmado, Máximo había pasado todos sus bienes a Emiliano, le concedió toda la herencia al pequeño estando vivo.» Vine a pedirles perdón, no fui un buen padre, esposo, suegro y abuelo, tarde lo reconozco. Y siento que hayas pasado por tanto hijo mío, siempre tuviste razón, tu madre murió por mi culpa, yo no supe cuidar de ustedes—. Tras decir esto, Máximo dio media vuelta para irse.—Espera… papá—. Maximiliano agarró su antebrazo, aun con ciertas dudas le dijo:» ¿Y tú qué harás ahora? —. Máximo sonrió débilmente, pe
Un día después:Isabella sé convencía a sí misma de que lo ocurrido fue únicamente una horrorosa pesadilla; sin embargo, cuando bajó la mirada a su brazo derecho y vio que tenía colocada una intravenosa, volvió a la realidad aceptando que vio morir a su amado.— Al fin despertaste. Pedí que te pusieran unos calmantes—. Ella giró el rostro cuando escuchó la voz de Oliver.—¿Por qué pediste que me inyectaran sedantes?, ¡¿por qué?!— le gritó furiosa a medida que se arrancaba sin tacto la intravenosa y se ponía de pie.—Debes calmarte— le pidió preocupado porque ella está sumamente débil.—Es muy fácil para ti, pedirme serenidad. Isabella sabía bien que Oliver no era el culpable de su desgracia y que no debía tratarlo de ese modo, pero no encontraba cómo ventilar su dolor y sin pensarlo estaba siendo muy cortante.» Lo siento. Solo quiero ver a Maximiliano, y a mi hijo—. Oliver la sostuvo y ella forcejeaba.—Escúchame primero, Isabella—. Él que la tenía agarrada por los hombros la zaran
Durante tres días seguidos Maximiliano estuvo en intensivo, en un estado de coma inducido, puesto que la puñalada que recibió le había dañado un pulmón y al perder tanta sangre; ese descuido de su parte afectó más su cuerpo, por lo que los doctores decidieron mantenerlo en coma hasta que apareciera un donante compatible.De todos ellos Isabella fue la que resultó ser compatible, pero por su estado de salud el doctor no permitió que fuera ella la donante, y aunque ella insistió, rogó y por último amenazó, de nada sirvió, así que no le quedó más que buscar un donante compatible.Justo en este momento a Maximiliano le estaban realizando la quinta y última cirugía, e Isabella sentía cierta emoción mientras esperaba junto a Oliver y a Hugo.—Vamos viejo, tú puedes salir de esta— murmuraba Hugo como si Maximiliano pudiera escucharlo.Todos estaban tan nerviosos que la espera lo agobiaba, incluso Oliver que no sabía por qué tan de repente le había nacido esta preocupación por el hombre que l
—¡¡Ay mi cabeza!!— soltó Isabella en un quejido cuando al fin despertó con un fuerte dolor que creyó que le explotaría la cabeza, y ni siquiera quería abrir los ojos.—¿Mamita estás bien? —. La voz infantil de Emiliano la hizo abrir los ojos, dándose cuenta de ese modo que no estaba en su departamento sino en el de Maximiliano. Emiliano y la niñera la veían como a la espera de su reacción, entonces ella vio que la mujer tenía en la mano una bolsa con hielo.—Si mi amor, mamá está bien, solo tiene un poquito de dolor—. Le tocó el mentón al infante de manera cariñosa para no crear preocupación en él. —Pero tu cabeza parece la de un unicornio, y no quiero que te duela—. La ocurrencia del pequeño la hizo reír en medio del dolor, y luego arrugó el rostro.—No te preocupes, es muy mínimo.Le mostraba dejando un pequeño espacio entre el dedo pulgar y el índice cuando agregó:» Así de poquito es mi dolor—¿Qué me ha sucedido? — preguntó aturdida, ya que de inmediato recordó que estaba siendo
Maximiliano estaba inquieto y veía el reloj en su muñeca una y otra vez; recostado de su auto esperaba en el estacionamiento por Isabella, y aunque había entrado varias veces a buscarla los agentes le pedían que debía esperarla fuera.—¡Me desesperas cada vez que miras ese jodido reloj! — le reprochó Oliver quien había ido también.—No sé para qué demonios estás aquí— rezongó Maximiliano con evidente molestia. Hoy le causaba envidia que él fuera a llevarse el triunfo por haberla ayudado a salir de prisión, le reconoce el mérito pero que quiera aprovecharse de eso para brillar delante de Isabella lo pone loco de celos.—Qué no se te olvide Gil, Isabella sigue siendo mi prometida— le dijo Oliver para fastidiarlo, pues ya sabía que esa mentira morirá pronto.—No por mucho, créelo, Isabella pronto será mi esposa— le estrujó a la cara y Oliver soltó un bufido. ***Gracias a las evidencias Isabella había sido declarada inocente y pronto le darían su libertad, pero antes
Último capítulo