Sofia sube a la habitación necesitaba darse un baño después de aquel día tan agotador y hermoso que ha pasado con Catalina.
Sofía empujó la puerta de su habitación con suavidad, pero apenas cruzó el umbral, el aire cambió. Una tensión invisible se enroscaba en su piel como una serpiente tibia. Sintió la mirada. No podía verla, no podía saber de dónde venía, pero era intensa, profunda, tanto que un estremecimiento recorrió su espalda y le erizó cada poro.
La habitación estaba a oscuras. Nada parecía fuera de lugar. Solo el silencio... y aquella presencia que no podía ver, pero que latía en el aire, viva.
Con paso lento, como si esperara que algo se revelara de entre las sombras, caminó hasta el perchero. Buscó con la mano la suavidad conocida de su bata roja. La encontró y la apretó contra el pecho antes de dirigirse al baño. Tenía que calmarse, convencerse de que era solo imaginación.
Encendió la luz del baño. El vapor comenzó a llenar el espacio apenas abrió la regadera. Sus dedos se