El rostro de Sofia estaba desencajado mientras avanzaba después de aquella conversación con Naven. El silencio en el pasillo era espeso, casi irreal. Las pisadas de Sofía sobre el mármol resonaban con un eco suave mientras avanzaba lentamente, con Doki caminando detrás de ella, como una sombra peluda y fiel. Ares no la había seguido esta vez. Quizás el gato, más sabio que muchos humanos, había sentido que algo se avecinaba. Naven se había encerrado en su despacho y había ordenado que nadie lo moleste.
La pequeña mujer caminaba con la intención de tomar aire, tal vez llegar al jardín trasero. Además aún sentía el peso de la conversación con Brenda en el pecho, como si una culpa que no comprendía se le hubiese adherido a los huesos. Las palabras de la mujer resonaban en su mente una y otra vez: “Por tu culpa mi hermana va a ser enviada muy lejos.”
“¿Realmente es mi culpa?”, se preguntaba.
Estaba tan absorta en sus pensamientos que no vio la figura que doblaba la esquina con paso a