La mañana había comenzado con calma en la Residencia Fort. El cielo de Madrid estaba cubierto por una fina neblina que suavizaba los colores del jardín, mientras los primeros rayos del sol se colaban tímidamente entre los ventanales. Dentro, el aire olía a café recién hecho y a los dulces que Inés horneaba temprano por costumbre.
Sofía estaba en la sala, acunando a Doki entre sus brazos, mientras Ares dormía plácidamente sobre el respaldo del sofá. Todo parecía tranquilo. Por primera vez en días, el ambiente no estaba cargado de tensión.
Pero la calma no duraría mucho.
—Señora Sofía —dijo Inés con el ceño fruncido, asomándose a la sala—. La señorita Brenda ha llegado. Está reunida con el señor Naven en su despacho.
—¿Brenda? ¿Aquí? —preguntó Sofía, sorprendida.
—Sí, señora. No anunció su visita. Entró directamente.
Sofía frunció el entrecejo. No era extraño que Brenda visitara la Residencia, pero que llegara sin avisar, tan temprano, y fuese llevada directamente al despach