Madrid parecía distinta aquella noche.
Las calles iluminadas por faroles tenues dibujaban sombras elegantes sobre los adoquines. El aire era fresco, y la ciudad tenía ese aroma inconfundible de los momentos especiales: una mezcla de historia, flores frescas y promesas no pronunciadas.
El automóvil negro se detuvo frente a un edificio imponente, moderno y sobrio, cuyas cristaleras brillaban bajo la luz de las estrellas. El cartel elegante decía en letras minimalistas: Restaurante Cielo Madrid.
Cuando entraron, fueron recibidos por una anfitriona vestida con un traje blanco de seda impecable. Hizo una leve reverencia y anunció con solemnidad:
—Bienvenidos, familia Morgan. Esta noche, el Cielo ha sido reservado exclusivamente para ustedes. Todo el equipo está a su disposición. Y permítanme ser la primera en decirlo esta noche… —Miró a Sofía con respeto—. Bienvenida, Arquitecta Fort.
Sofía parpadeó, sorprendida.
El apellido retumbó en su pecho como una nota inesperada, acariciando algo q