La noche de Madrid caía serena cuando el auto ingresó por las verjas de hierro forjado de la Residencia Fort. Las luces del camino interior se encendían al paso del vehículo, revelando la majestuosidad de la arquitectura bajo una luna orgullosa que parecía mirar la escena con complicidad.
El ambiente dentro del auto era cálido y pausado. Alessandro y Alicia Morgan intercambiaban comentarios en voz baja, aún sorprendidos por la cena en el Restaurante Cielo Madrid. El regalo, las flores, la exclusividad… todo seguía impregnado en la mente de Alicia como si hubiera salido de un cuento.
—Esto fue mucho más que una cena de celebración —murmuró Alessandro, lanzando una mirada sutil a su hija—. Y tú sabes quién estuvo detrás.
Sofía no respondió. Se limitó a sonreír con los ojos bajos, mientras acariciaba distraídamente el broche en su pecho. La rosa púrpura aún descansaba en su regazo, envuelta en papel de seda. La había llevado consigo como si no pudiera separarse de su significado silencio