CAPITULO 47

Ante la muerte no podemos hacer nada, y mucho menos cuando nos llega de repente perdiendo a uno de nuestros seres queridos. Quedamos con el corazón roto, conmovidos, la mirada triste y sin ganas de vivir. Es la ley de la vida: nacer, crecer, formar una familia y morir, pero nunca es fácil aceptar la muerte de un amigo, hermano, tan joven. Mi corazón quedó destrozado cuando me enteré de la muerte de Daniel, mis lágrimas no paraban en ese momento. Pero fui fuerte y me presenté el día de su entierro al ver a María destrozada, rota por dentro. Le prometí a Daniel que la cuidaría y estaría con ella para siempre.

Nadie sabe lo que llevas por dentro, lo que sientes. Mil veces me reproché por amar y desear a María. No fue fácil aceptar nuestro amor pensando en que le fallábamos a Daniel. Descansa en paz, hermano. El padre terminó de leer el sermón de la misa del aniversario de Daniel, hoy cumple cinco años de haberlo perdido. Escuché al padre decir "En el nombre del Padre , del hijo y del es
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