CAPITULO 48

Miro la mesa donde nos encontramos todos festejando el quinto cumpleaños de mis trillizos.

—Hola amor —me abraza Sebastián desde atrás, colocando su cabeza en mi cuello—, ¿estás bien? —me pregunta acariciando mi vientre. —Sí, estoy bien —le contesto con una sonrisa—, es solo que al ver la felicidad de todos me llena el corazón.

—Mira lo pervertida que sigue siendo mamá con papá, es olímpico, difícil de creer que después de tantos años se sigan amando así.

—Así es nuestro amor fuerte, María —me susurra Sebastián cerca de mi oído y mordiendo el lóbulo de mi oreja como el amor de Soledad y Giacomo. Me voltea y me da un beso lento que poco a poco va subiendo la temperatura. —¡Papi! —escuchamos esa vocecita que nos saca de nuestro momento romántico. Los dos volteamos a mirar.

—¿Qué quiere mi pequeña princesa? —pregunta Sebastián con una sonrisa—. —Que reparta la torta, quiero comer pastel, estoy aburrida de meterle el dedo a la crema.

—Nosotros también estamos aburridos de lamer el pastel
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