Al amanecer, la mansión se envolvía en un frío inusual, como si el alba misma contuviera la respiración, presagiando algo que aún no había sido revelado. Aisha bajó a desayunar junto a Cristal, pero algo no cuadraba. Lionel no estaba allí, y su ausencia pesaba en la atmósfera como una sombra.
Cristal, siempre impecable y radiante, cortaba trozos de fruta fresca con una elegancia ensayada. Su sonrisa era tan medida que rozaba la impostura, como si cada gesto estuviera destinado a ocultar una verdad no dicha. Pero detrás de su sonrisa, Aisha percibía algo más: un aire de complacencia que solo intensificará su inquietud.
—Lionel salió temprano, ¿cierto? —preguntó, tratando de sonar casual.
Cristal alzó la vista con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
—Siempre tan protector contigo… —respondió con un tono que rozaba la burla.
Sin responder, Aisha regresó a la sala, buscando un momento para aclarar sus pensamientos. El silencio la envolvía, inquietante y pesado. Sentada en un sillón de t