«Mi conciencia intranquila agitaba mis emociones como un huracán, desafiando el equilibrio que creía haber alcanzado. Palabras susurradas que contradecían las mías evocaban un final que no podía ignorar.»
El grito de Salomón retumbó en los túneles oscuros, rebotando entre las paredes húmedas y cubiertas de musgo.
—¡SANATHIEL!
Su voz cortó el aire, llamando tanto a los vivos como a las sombras que los acechaban.
Las bestias, como una ola deforme, se precipitaron hacia él, moviéndose con una rapidez inquietante. Sus ojos, resplandeciendo con una ferocidad inhumana, no se apartaron de su objetivo. Pero Salomón permaneció inmóvil, su postura firme como una roca frente a la tormenta.
—¡Rápido, aquí vienen! — gritó Nikolái, ordenando a su equipo que formará una posición defensiva.
Aisha, sosteniendo a Sanathiel con fuerza, miró a Salomón con una mezcla de miedo y esperanza.
—¿Qué estás haciendo? — preguntó, su voz apenas un susurro cargado de incertidumbre.
—Voy a hacer lo que debería haber