El rugido de las bestias resonaba con furia en los túneles, mezclándose con el eco de disparos y gritos. Nikolái Velona, con la mirada afilada como un cuchillo, evaluó la situación con rapidez. El aire estaba cargado de adrenalina, y cada segundo que pasaba los acercaba más al borde de la destrucción.
—¡Reagruparse! ¡Nos retiramos en cinco minutos! ¡Aseguren la salida! — ordenó, su voz firme cortando el caos como una hoja.
Los soldados, entrenados para estas situaciones, formaron un perímetro defensivo con movimientos precisos. Sus armas, diseñadas para aniquilar a las criaturas, rugían con un estruendo ensordecedor, manteniendo a las bestias a raya.
Aisha, con la espada en alto y una mirada decidida, se mantuv