Elysia, la majestuosa Diosa del Amor, vive en un mundo divino, lleno de misterios e intrigas, donde los sentimientos y los destinos de los mortales son tejidos por su voluntad. Tras un profundo amor por Arion, el temido Dios de la Guerra, Elysia descubre una traición desgarradora: su amado la ha abandonado, manipulado por oscuros intereses que desatan su furia. Devastada por la pérdida, Elysia decide vengarse de aquel que juró amarle hasta el fin de los tiempos. Sin embargo, mientras busca su venganza, comienza a desentrañar secretos oscuros y profundos, tanto de Arion como de las fuerzas que rigen su destino. En el camino, Elysia se encuentra con Arius, un misterioso ser cuyo poder y conexión con ella van más allá de lo que jamás imaginó. A medida que la diosa se ve arrastrada a una verdad que desafía todas sus creencias, descubre en Arius un amor que trasciende el tiempo, un amor que desafía las leyes de los dioses. Entre intrigas divinas, traiciones y pasiones intensas, Elysia deberá decidir si la venganza vale más que el descubrimiento de un amor que podría cambiar no solo su destino, sino el equilibrio mismo de los cielos. Pero la verdadera pregunta es: ¿quién es Arius y qué sacrificios está dispuesta a hacer Elysia para abrazar un amor tan poderoso y trascendental?
Ler maisLa luna brillaba con fuerza aquella noche, tiñendo de plata las aguas del lago en el que Elysia, la diosa del amor, se sumergía como lo había hecho tantas veces antes. Sin embargo, esta noche no era como las demás. Un frío indescriptible había invadido su corazón, y la tristeza que había instalado su alma se reflejaba en las aguas oscuras, como un eco lejano de su propio tormento.
Sus cabellos dorados flotaban alrededor de su rostro, como una aureola que ya no parecía iluminarla. Sus ojos, siempre llenos de pasión y dulzura, ahora eran dos esferas de hielo, sin vida, sin amor. El hombre al que había entregado todo su ser, Arion, el dios de la guerra, la había traicionado. Y en su traición, había dejado una cicatriz que ni el amor eterno podría curar. Elysia cerró los ojos, recordando cómo, al principio, su amor había sido un fuego incontrolable, una llama que crecía y crecía sin que pudieran detenerla. Arion había sido su compañero, su amante, el que le prometió amor eterno bajo cielos infinitos. Pero esas promesas se habían desvanecido como la niebla al amanecer, y con ellas, la confianza que ella había depositado en él. Era una diosa, sí, pero a pesar de su poder y su inmortalidad, Elysia también conocía el sufrimiento. Y ese sufrimiento se había vuelto insoportable cuando, en una noche oscura y callada, descubrió la traición que su amante había consumado en sus espaldas. Arion, en busca de poder y gloria, había entregado su lealtad a otra, una diosa tan despiadada como ambiciosa. Aquel acto la había dejado rota, su corazón dividido entre la rabia y el dolor. Elysia se levantó del agua, su cuerpo cubierto por la luz de la luna. Con cada paso que daba hacia la orilla, sentía cómo el peso de la traición la oprimía aún más. El amor que había sido su fuerza, ahora era su carga. Cada pensamiento, cada recuerdo de Arion, le desgarraba el alma. Pero en el fondo de su dolor, algo se despertó. Un susurro en su interior, algo oscuro, algo que nunca había conocido. Era la rabia, la furia de una diosa despreciada. Elysia miró al cielo estrellado, y aunque su rostro reflejaba tristeza, había en sus ojos una chispa de desafío. “No me derrotarás, Arion”, murmuró, casi como un suspiro al viento. “Te enseñaré lo que significa romper un corazón inmortal.” Con una rapidez que solo un ser divino podía poseer, Elysia se sumió en las sombras de su templo, buscando respuestas en su vasto poder. Mientras las estrellas brillaban con indiferencia sobre ella, su alma ardía con una nueva pasión, no la que sentía por Arion, sino una que iba mucho más allá: la pasión por la venganza. Pero no solo buscaba venganza. Elysia, una vez la diosa del amor puro, ahora deseaba redescubrir su propia fuerza. La traición de Arion la había empujado a los límites de lo que pensaba que podía ser, y ahora, entre el fuego y el hielo, comenzaba a entender algo que nunca había imaginado: el amor no era su único propósito. Al día siguiente, mientras el sol comenzaba a alzarse, Elysia caminó hacia la ciudad divina, donde los dioses vivían y se reunían, pero en su interior ya no era la misma. La venganza no la cegaba; la fortalecía. Y si el amor había sido su perdición, el amor también sería su renacimiento. Pero esta vez, no sería el mismo amor. Este sería un amor por sí misma, un amor que la llevaría a enfrentar a aquellos que la habían traicionado, a desafiar a los cielos mismos si fuera necesario. El viento soplaba suavemente, como si le susurrara al oído, y Elysia, la diosa que había sido traicionada, caminaba ahora hacia su propio destino. Un destino donde, al final, no solo encontraría el amor perdido, sino algo aún más poderoso: el dominio absoluto sobre su propio corazón. Arion, quien pensaba que la había roto, no sabía que había hecho algo mucho más peligroso: la había liberado. Y en esa liberación, Elysia encontraría una pasión mucho más ardiente que la que alguna vez había sentido por él.Con el sol naciendo en el horizonte, bañando la Tierra de los Titanes y Dioses con su luz renovada, los dos hijos de Elysia y Arius se levantaron, sus ojos brillando con una fuerza y sabiduría que solo los verdaderos descendientes de los Titanes podrían poseer. El mundo entero sentía el cambio en el aire, el despertar de un poder antiguo y primordial que ya no pertenecía a los dioses caídos, sino a ellos, los nuevos dioses del universo. Los otros dioses, aún recuperándose de la batalla y observando desde la distancia, sintieron la energía vibrar en el aire, un poder que superaba todo lo que conocían. Era la manifestación del renacimiento, la esencia pura de la creación y la destrucción en su forma más pura. Al sentir el despertar de esta nueva fuerza, los dioses sobrevivientes, incluso los más poderosos, se inclinaron, reconociendo sin reservas el dominio de los hijos de los últimos Titanes. No podían negar el poder que emanaba de ellos, una energía que restauraba el equilibrio y al
El aire estaba tenso, como si el mismo mundo estuviera conteniendo el aliento. La oscuridad y la luz luchaban por el control de la Tierra de los Titanes, y en cada rincón del vasto paisaje, el eco de antiguos poderes despertaba. Arius, Elysia y sus hijos, unidos como nunca antes, se encontraban en el epicentro de un conflicto que determinaría el destino de todos los mundos. El horizonte resplandecía con la furia de una tormenta inminente, mientras Morrigan, la creadora del Caos, esperaba desde la oscuridad, alimentándose de la desesperación y el sufrimiento de aquellos que se atrevían a desafiarla.La niña de ojos violeta y azul, hija de Elysia y Arius, estaba lista. Sus pequeños pero poderosos poderes, heredados de los Titanes y las Moiras, se despertaban dentro de ella con cada respiración. A su lado, su hermano, tan silencioso y calculador como su padre, parecía preparado para hacer lo que fuera necesario. Sabían que la guerra no solo era por la supervivencia de su linaje, sino por
Han pasado ocho años desde la caída de los dioses, desde el colapso del Olimpo y el fin de la era dorada de los inmortales. La Tierra de los Titanes, ahora una tierra de resplandor sombrío y fuerza renovada, ha sido hogar para Elysia, Arius, sus hijos y el último vestigio de esperanza que les queda. La niña de ojos de Moira, la hija de Elysia y Arius, ha crecido con una sabiduría mucho mayor de la que cualquier mortal o dios podría comprender. Y a su lado, su hermano, tan silencioso y observador como su padre, ha sido una presencia constante.Esa mañana, como cualquier otra, el sol se levantaba de manera tranquila sobre la Tierra de los Titanes, pero había algo diferente en el aire. La niña, ahora con la misma mirada que su madre, pero mucho más profunda, observaba el horizonte, sus ojos brillando con una intensidad que hacía eco en las antiguas profecías. Arius, como siempre, estaba cerca, vigilante, pero también con una cierta quietud, sabiendo que algo importante estaba a punto de
El aire estaba denso, tenso con la energía de lo que acababa de suceder. El nacimiento de los gemelos, los hijos de Elysia y Arius, había marcado el comienzo de una nueva era, una era que ningún dios, ni siquiera Zeus, podía prever. Zeus se encontraba en pie, en un rincón oscuro de la cueva, con la mente agitada. Sus pensamientos recorrían las palabras de su padre, Cronos, que resonaban en su mente como una advertencia fatal. **"te maldigo con mi mismo destino hijo mío... tu descendencia será tu perdición."** La voz de Cronos había sido una mezcla de desesperación y sabiduría, una advertencia que el propio Zeus no había logrado comprender hasta ahora.Sus ojos se dirigieron, inevitablemente, hacia la niña de ojos violeta y azul. La pequeña, aparentemente tan indefensa, irradiaba una energía tan antigua y poderosa que casi dolía mirarla. **"La niña de los ojos de Moira... será tu final ,"** recordó Zeus, las palabras de su padre retumbando en su cabeza como un eco que no podía silenc
El aire estaba pesado en la cueva donde Elysia se encontraba, las sombras se alargaban y se acortaban, como si el tiempo mismo estuviera jugando con ella. El dolor que sentía era indescriptible, un retorcimiento profundo que la hacía gritar con cada contracción. A su lado, Zeus estaba parado, una presencia fría y distante, pero imposible de ignorar. Su mirada era fija, intensa, como si estuviera observando no solo el nacimiento de dos vidas, sino el futuro de todos los dioses. No dijo una palabra, pero su aura de poder lo envolvía todo.Elysia estaba empapada en sudor, su respiración agitada. No podía apartar la mirada de su padre, cuyas facciones no mostraban compasión. Solo un hombre como él podría ser tan impasible ante algo tan crucial. Pero su propia lucha interna era mucho más grande. **"¿Por qué estás aquí?"** Su voz tembló de ira y frustración. **"¿Qué pretendes, padre?"**Zeus no respondió, pero su mirada era todo lo que ella necesitaba entender: él estaba allí para asegurars
El tiempo avanzaba, y con él, el embarazo de Elysia se volvía más evidente. Cada día que pasaba, sentía cómo la vida crecía en su interior, una mezcla de amor y temor, de esperanza y dolor. Arius la cuidaba con una devoción inquebrantable, pero los miedos de Elysia no podían ser apaciguados, especialmente cuando pensaba en las pérdidas pasadas. La agonía de los hijos no nacidos, las vidas truncas antes de haber siquiera tocado el suelo, comenzaba a sofocarla de nuevo.El dolor comenzó temprano en la mañana, una punzada en su abdomen que la hizo doblarse. Era un dolor agudo, extraño, como si su cuerpo estuviera luchando con algo más grande que ella misma. A medida que el tiempo avanzaba, los dolores se intensificaron. Un sudor frío recorrió su espalda y un nudo se formó en su garganta."**No, no... por favor, no otra vez.**" Su voz tembló, entrecortada por el miedo. Los recuerdos de sus pérdidas anteriores, de sus hijos no nacidos, la invadieron. La angustia se apoderó de su mente, y s
Último capítulo