El amanecer bañaba las ruinas del antiguo castillo Ghali con un calor que Skiller, el vampiro que desafió las reglas de su especie, sentía como un triunfo personal. Al caminar por los jardines cubiertos de rocío, con flores que parecían despertar a la vida bajo el sol, cada paso le recordaba lo lejos que había llegado.
Dentro del castillo, su mente se debatía entre recuerdos de Aisha y la complejidad de su conexión con los hermanos Ghali. Su recorrido por los pasillos lo llevó hasta una puerta entreabierta, donde lo recibió una escena que no esperaba.
Sanathiel, envuelto solo en una toalla, estaba de pie mientras Aisha despertaba en la misma habitación, sus ojos cargados de confusión y fastidio.
—¡Aisha! ¿Qué está pasando aquí? —exclamó Skiller, alzando una ceja con evidente molestia.
Aisha, aturdida, se incorporó de golpe.
—¡¿Qué hacen ustedes aquí?! ¡Sanathiel, ¿por qué estás en mi habitación?!
—Vomitaste sobre mi camisa anoche —respondió Sanathiel con naturalidad, alzando las manos