Rodé con ella hasta quedar encima.

Su mirada encendida, y el olor que desprende su cuerpo, me dicen cuánto desea este momento. Mis labios empezaron a recorrer palmo a palmo de su piel y los suspiros que escapan entrecortadamente de sus labios terminan de orillarme a ese punto de no retorno.

El lazo aprieta para ser completado y siento como se sincronizan nuestras almas. Es perfecta, tiene aquel temperamento dulce y servicial que siempre me atrajo y lo llevó a otro nivel cuando me demostró la agilidad de su mente. Aunque si soy sincero, nada de eso es lo que veo en este momento, sino que me he vuelto un maldito superficial que solo disfrutaba de la sedosidad de su piel y aquel vértigo que provocan sus curvas al seguirlas con la yema de mis dedos.

Tiene en sus ojos una sonrisa tan traviesa como no recuerdo haberle visto antes y entonces ella misma desata los botones de su camisa para dejar expuesto a mis ojos su busto. Estoy casi en trance. Mis labios toman prisionero un pezón mientas u