Así no exista amor de por medio, es mi deber cuidar de mi Omega.
Sé que varias personas le están haciendo la vida difícil por el evidente gusto que muestro hacia ella, pero eso también es parte de la prueba. Necesito que cumpla una función importante, y para ello debe demostrar que sus habilidades van más allá del instinto de vínculo: no basta con atraerme físicamente; debe mostrar fortaleza en otras áreas.
Su mente es ágil —lo he comprobado en el trabajo—, incluso Clark, que rara vez elogia a alguien, reconoce su rapidez y lógica. Pero su talón de Aquiles es otro: su inteligencia emocional.
Lucha contra su naturaleza Omega como si serlo fuera una condena, no un don. Y al hacerlo, desperdicia armas que podrían volverla invencible. Quizás por eso niega nuestro vínculo. No porque no lo sienta —lo siente, lo sé, lo respiro cada vez que me ve—, sino porque teme rendirse ante su propia esencia.
El informe diario sobre ella es meticuloso. Sé del sabotaje con la comida y de las soluciones que ha ideado, pero cada vez que logra estabilizarse, alguien encuentra una nueva forma de atacarla.
¿Por qué no habla? No tiene que resolverlo todo sola. Sin embargo, la única persona de quien acepta ayuda es su amiga, una Beta llamada Brina.
Eso me parecía extraño hasta que el nuevo informe detalló la visita de mi querido sobrino a su casa y sus consecuencias. Mi mate ahora duerme en una habitación de servicio. No me agrada. Su familia la dejó sola, apoyando a la hermana... y, por supuesto, a Cade.
Algo debió ponerse violento. Vi la pequeña marca en su brazo —alguien la sujetó con fuerza—, aunque trató de ocultarlo con maquillaje, igual que sus ojeras.
¡Cade! ¡Cade! ¡Cade!
Ella es mía ahora, y ya es hora de que lo vayas sintiendo.Mi sobrino no rompe el compromiso pese a que él la engañó y tampoco lo anuncia. Indudablemente, le gusta, pero conociéndolo como lo conozco, eso no sería suficiente para que él tome en serio a una Omega. Quiere la recompensa que esperó por meses y que yo ya reclamé en una noche.
Con una simple llamada, puse a la venta todas las acciones que tenía en sus empresas. Unas horas después, muchos otros retiraron también su dinero, suponiendo que yo sabía algo que ellos no. El golpe fue brutal. Así lo pintaron las noticias.
Al día siguiente, cuando se difundió la caída de sus acciones, vi en ella un destello de satisfacción. Algo de rencor vive en su interior. Y eso me agrada.
Pensaba reclamarla nuevamente esa noche, sellar su cuerpo contra el mío como recordatorio de a quién le pertenece su placer, pero entonces... Aria apareció como una espina venenosa en mi costado.
La Gamma quiere mi atención. No le fue suficiente con un par de encuentros y ahora ataca de frente a mi Omega. Sé que Lyra no robaría nada, de eso no tengo duda, pero no puedo defenderla tan abiertamente cuando hablamos de un delito y menos cuando podría involucrarse el padrino de Aria: Alfa Robert.
—No debería tener cerca a alguien así, Alfa —dice la Gamma con voz afligida una vez que nos quedamos solos en el despacho— yo gustosamente podría ayudarle.
Los botones superiores de su camisa desabrochados y una mirada cada vez más insinuante gritan lo que busca.
—¿Cumplirías todas sus funciones y aceptarías unas adicionales? —le digo siguiéndole el juego y poniéndole seguro a la puerta.
Sonríe con picardía haciendo sus propias suposiciones a lo que me refiero.
La Gamma es bella, pero su mirada se muestra demasiado traviesa y solo puedo imaginar un rato con ella, nada más. Además, que... estoy seguro de que no es funcional para mis planes, eso solo me lo puede dar Lyra.
—Seré muy obediente con mi Alfa. Solo dígame lo que quiere.
Ella se presiona contra mí con descaro, buscando provocar algo más que deseo: quiere poder. Y eso la convierte en peligrosa.
Sostengo su cuello con una fuerza medida, lo justo para recordarle quién manda aquí.
—¿Quieres esto? —gruño en su oído, deslizando mi mano hacia su pecho cubierto apenas por su ropa provocadora.
Ella gime suavemente. Se ofrece sin pudor, como un trofeo barato.
Pero yo no quiero trofeos. Quiero algo que aún conserve el valor de luchar.
La inclino en el escritorio manteniendo su cabeza ahí con una mano, mientras que la otra masajea una zona cada vez más húmeda entre sus piernas.
—¿Por eso los botones sueltos, las faldas cortas y en general la ropa reveladora cada día? —digo con malicia.
—Solo es buena presentación. Y supongo que le gusta a mi Alfa.
Separa las piernas para mí y mi sonrisa triunfal asoma al igual que la suya.
—Todos los días admiro buenas presentaciones —digo con voz neutra.
—Pero ninguna tan dispuesta y preparada como yo. Incluso ahora mismo.
Un par de palmadas a esa zona y el suave jadeo que escapa de sus labios es música para mí, pero no es la melodía exacta que quiero en estos días, así que me alejo y recompongo mi aspecto.
—Por favor, Alfa. No me deje así —dice empinando aún más su trasero.
—No puedo tener favoritismos Aria. La ceremonia de selección de luna está por iniciar. Así que mejor prepárate.
Su semblante adopta una expresión de sorpresa, pero finalmente se endereza y acomoda sus ropas. Me mira por un momento y temo que ella interpretó mi sonrisa como si le estuviera entregando un mensaje oculto.
—Le mostraré lo buena que soy, Alfa.
Y sale campante por la puerta que acababa de asegurar.
Ilusa.
Clark está concentrado en las investigaciones debido al problema que generó la Gamma, así que decidí medir mejor sus alcances. Es ambiciosa, bella y con grandes contactos. Sin duda, Aria será una de las favoritas para la selección de Luna.
No creo que haya forma de probar que lo del brazalete fuera una treta suya, pero en definitiva, nunca sería mi Luna.
Camino despreocupado y me integro para escuchar los resultados de la investigación. Ahí conozco a la Beta amiga de Lyra. Es rubia, de cabello corto y bella aunque de mirada fiera. Clark continúa con su tono profesional, aunque lo conozco tan bien que sé es su tipo. Frentera y sabelotodo.
La reunión termina y aunque no hay grandes demostraciones de alegría en el rostro de la chica, una sonrisa contenida de satisfacción es suficiente para saber que le gustó el resultado. Todo debía terminar ahí, así que ya tenía lista una misión especial para Clark cuando aquel huracán rubio ingresó a su vida y por derecha... a la mía.
No puedo creer que después de tantos años Clark aún me siga sorprendiendo. Subió con la rubia sonriente sobre sus hombros, decidido a llevarla a su cuarto, hacerle el amor y marcarla.
Así de fácil, en cuestión de segundos tomó una decisión que afectará toda su vida.
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No tengo más opción que esperar. No los voy a interrumpir, así que sigo pensando en lo que acaba de pasar con Lyra y la misma Aria.
Desde el momento en que apareció Laila en mi vida, dejó de gustarme que las mujeres me busquen. Disfruté más ser yo quien buscara su atención. Claro que cuando ella murió muchas han estado en mi cama y en muchos otros lugares como amantes de turno. Para pasar un buen rato de sexo, puedo aceptar mujeres ambiciosas que solo buscan enredar al "Alfa Supremo", como es el caso de Aria, pero no podría aceptar a una Luna así, menos podría generar sentimientos por ella.
Por eso y otro par de cosas es que consideré a Lyra como una candidata adecuada para mis planes. Después de nuestro primer encuentro, es casi como un conejo asustado huyendo de mí.
Estaba conforme con la forma en que avanzaban las cosas. Ya tiene claro que no puede negarse a mí, su deseo es cada vez más evidente, aunque trate de ocultarlo y jugar a lanzarle miradas y desestabilizarla es también tentador o eso creía hasta que el siguiente informe llegó.
—¿Está seguro de lo que esas fueron sus palabras? —pregunto dolido
—Así es, Alfa.
Cierro el puño con fuerza, hasta que las uñas amenazan con romper la piel.
No puedo creer que me siento traicionado. ¿En qué momento puse tan en alto el concepto que tenía de la Omega?
—Entonces... —murmuro para mí mismo— cree que puede usarme para vengarse de Cade. Cree que puede alcanzar la cúspide de la manada montada en mi nombre. Eso la vuelve igual a las otras.
Mis ojos se entornan y una sonrisa fría se dibuja en mis labios. Subestimé a la pequeña Lyra. Lo admito. Pero ahora... ahora ella aprenderá de verdad quién tiene el poder.
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Su rostro incrédulo me observa, esperando que diga que todo es una broma. No lo es.
—¿Por qué haría yo algo así? —pregunta, genuinamente confundida.
Por un instante, pienso que es inocente. Pero luego me convenzo: estaba tan segura de que la elegiría sin necesidad de la prueba de selección.
Increíble su descaro. Le seguiré el juego.
—Eres de las últimas que han estado en mi cama. Podría decirse que te ganaste ese derecho.
—¡Pero yo no quiero ese derecho! —responde, nerviosa.
—Participarás —digo con calma mortal—, si quieres mi protección contra Cade... y quizás otras ayudas.
Me mira, horrorizada. No esperaba que supiera lo de su compromiso.
—Eventualmente él sabrá que fuiste —y sigues siendo— mía. Esto es lo mejor para ti. Le dejaré muy claro que no puede tocarte.