22. PASTELITOS Y MENTIRAS - DE RESITIRSE A DESEAR
Me desperté con la luz dorada filtrándose por las ventanas, cálida y suave como una caricia. Por un instante —uno fugaz— sentí que todo estaba en calma. Que estaba a salvo.
Entonces abrí los ojos... y entendí.
No era por la luz, ni por el silencio. Era por su olor. Su aroma estaba en todas partes: en mi ropa, en la almohada, en la habitación... en mí.
No me permite dormir en otra habitación. Compartimos la misma cama.
¿Intenté resistirme? Sí. O al menos eso me dije.
Pero sus palabras, dichas con ese tono bajo y seguro que no da espacio a la réplica, se clavaron en mi mente y desbordaron mi pecho. Alteraron mi pulso. Y cuando quise decir "no", ya era demasiado tarde. Ya estaba allí, bajo sus sábanas, respirando su presencia.
Dormir juntos... es una provocación. Un error. Una promesa no pronunciada.
Y más ahora, cuando seguramente ya existe una gran Luna. Una mujer elegida durante aquella fatídica noche frente al fuego.
No sé quién ganó. No sé qué rostro lo miró desde la tarima c