Eufemia Farbauti es una reconocida escritora que se oculta bajo el seudónimo "La luna olvidada". Dejando años atrás a la manada que la desprecio por ser mestiza, se ha llevado con ella un profundo secreto. Sin embargo, una aventura de una noche traerá todo aquello que estuvo oculto cuando, sin saberlo, se ha enredado con el Alfa Ares, el nuevo líder de la manada que la exilió, de quien ha quedado embarazada. Ares, quien desprecia a todos por igual y se ha vuelto cruel después de perder a su única luna, no descansara hasta cobrar aquella venganza que ha podrido su corazón. No obstante, aquella mestiza con la que ha dormido, ha huido de él, llevándose consigo algo que le pertenece y que el desea de vuelta. ¿Qué misterios se ocultan entre las sombras? ¿Un heredero perdido podrá unir a dos almas rotas? Ante la luz de la luna llena nada puede ser oculto, y entre el odio y el amor, ¿Qué es lo que será salvado?
Leer más¿Me vas a amar por siempre?
Toda la vida voy a amarte, porque tú eres la única para mí.
—Debes de irte ahora mismo, porque si no lo haces, acabare contigo y con tu padre —
Aquella promesa ahora solo yacía en su memoria.
Soy una mestiza, ¿Aun así me amas?
Si, te amo hoy y para siempre, por ello, siempre serás mía.
—¡Es una mestiza! ¡No es digna de ser la Luna de un Alfa! —
Aquella sangre impura por la cual la habían despreciado toda su vida, le escurría por la espalda herida.
¿Vas a marcarme algún día pasa ser tu luna?
Si, llevarás mi marca toda tu vida, para que así todos sepan que tu perteneces a mí, y solo a mí.
Aquella marca en su espalda, la había recibido antes de tiempo y en contra de su voluntad, por el mismo hombre que le había prometido amarla por siempre, y que ahora permanecía callado tras de su padre, quien la amenazaba de muerte.
—Usted no tiene derecho de tratarme así, yo no soy culpable de mi nacimiento, ni tampoco soy culpable de la marca que llevo en mi espalda, su hijo me ha elegido como su Luna, ¡Esa es la verdad! — gritaba aquella jovencita mirando a su amado en busca de una palabra que detuviera aquella locura. Sin embargo, aquel jovencito, tan solo había desviado la mirada, permaneciendo en silencio.
El sonido de una bofetada rompía con los murmullos de los lobos que miraban con desprecio a aquella jovencita que yacía forzada en el suelo junto a su padre, ante el poderoso Alfa Enegor, líder de la manada sangre pura Fenrir, quienes despreciaban a los mestizos nacidos de la abominable unión entre un lobo y un humano.
—¡Cállate, mocosa! Debí asesinarte desde el momento en que mi hijo, el futuro Alfa, puso sus ojos sobre ti, ¡Sangre sucia inmunda! Tuvimos piedad al acogerte en nuestra manada después de que tu desalmada madre humana decidiera abandonarte, ¿Y así es como pagas mi piedad?, ¡Largo de aquí! Tu padre puede quedarse, pero tú, m*****a chiquilla, desde este momento y para siempre, quedas desterrada de la manada Fenrir, la marca en tu espalda no está completa, y nunca ha de completarse, sé que tú, pequeña arpía, sedujiste a mi hijo para que te marcara y así ganar el estatus de Luna dentro del clan, pero estas equivocada si piensas que voy a permitir que mi único hijo haga un vínculo con una asquerosa mestiza — gritaba el viejo lobo completamente encolerizado.
Aquella hermosa jovencita de apenas dieciséis primaveras, miraba a su Ares, el hombre del que se había enamorado, y quien había decidido marcarla en contra de su voluntad antes de tiempo.
—Por favor, Ares, dile a tu padre que me amas, dile que me has marcado en un impulso tonto, que yo no te he seducido…
—¡Cállate! — el lobo viejo la había abofeteado de vuelta. — ¡Por supuesto que no lo has seducido! ¡El es un Alfa y tu solo una indigna mestiza! ¡Fuera de mis tierras! ¡Vete ya antes de que decida asesinarte! — gritaba eufórico Enegor.
Mirando a la hermosa joven de cabellos dorados y asustados ojos grises que presagiaban tormentas, Ares negó, aun cuando la amaba con locura…aun cuando era capaz de dar el mundo por ella.
—No te amo, Eufemia, yo solo quería divertirme un rato y nada más, no era mi intención marcarte —
Y con aquellas palabras, Eufemia Farbauti sentía su corazón rompiéndose en mil pedazos. Ares, su amado, había negado aquel amor que ambos sentían, y con ello, aquellas promesas que desde niños habían jurado a la luna llena, se iban desvaneciendo entre aquellas lagrimas que de sus ojos tormentosos caían sin control.
Siendo arrastrada sobre el lodo y llevada hacia los limites de las tierras de los Fenrir, con el alma completamente rota, la joven loba era expulsada para siempre entre las burlas de los lobos y lobas que desde siempre la habían mirado como poco menos que basura por ser la hija de una mujer humana que tambien la desprecio al nacer.
Levantándose del suelo con su vestido cubierto de barro, y sus blancas mejillas completamente sucias, Eufemia se limpiaba las lágrimas mientras abrazaba a su padre por ultima vez.
—Ten esto, he puesto en tu caja de recuerdos dinero mucho más que suficiente, toma un avión a Estados Unidos, en Salem hay un amigo que cuidara de ti mientras yo puedo arreglar todo esto, el ya te espera. Se fuerte mi Eufi, sé que tú vas a lograrlo — dijo su padre, Félix, dejándole una pequeña maleta junto a su cajita de tesoros.
Y así, despidiéndose de su padre, Eufemia corrió lejos de aquellas tierras que tanto desprecio y dolor le habían dado. Cambiándose la ropa entre la hierba alta, la joven guardaba dentro de aquella cajita, aquel collar que Ares le había dado como prenda de compromiso antes de ser descubiertos y que el la marcara en un impulso tonto de desesperación. Aquella marca le dolía, y tambien, la condenaba a no ser vista por otros lobos jamás, pues, aunque estaba incompleta, ella ya le pertenecía a alguien...a ese cobarde que la había despreciado, que la había traicionado.
Tomando un vuelo hacia tierras lejanas, aquella joven dejaba atrás la traición, dejaba atrás su dolor. Y aquella mansión antigua, Ares lloraba amargamente su cobardía, su debilidad. Había negado a su único amor para mantenerla con vida…y ella jamás iba a saberlo.
10 años habían pasado desde aquellos amargos recuerdos que cada noche llegaban a atormentarla. La marca aun le dolía. Mirándose en el espejo con una gran sonrisa, Eufemia miraba que su vestido luciera impecable; su maquillaje era perfecto, y sus hermosos caireles rubios caían como una cascada por su espalda que nunca estaba descubierta.
Los reflectores se posaban sobre ella, y saludando a sus fans, se acercaba a ellos para autografiar los libros. El tiempo había pasado, y aun cuando la traición aun la heria, había seguido adelante. El mundo humano la había recibido con los brazos abiertos.
—¡Luna olvidada! — gritaban eufóricos y con alegría todos aquellos que a través de sus letras habían llegado amarla y la llamaban por su seudónimo.
Se había cambiado el apellido, nunca nadie iba a reconocerla, después de todo, Ares, ya la había olvidado.
—Señor, tenemos una pista, creemos que ella puede estar en Estados Unidos —
Ares hacia bailar el vino en su copa. Sus ojos zafiro se habían vuelto fríos, en su hermoso rostro había una permanente mueca de desprecio y enfado. Pasándose los dedos entre sus sedosos cabellos negros, dejaba aquella copa de lado.
—Entonces, iremos a Estados Unidos…a encontrar a mi Luna perdida —
Llantos infantiles llenaron aquel hospital, y aquella daga que estuvo a punto de ser clavada en el pecho de Ares, se había detenido. El hermoso Alfa de cabellos negros, derramo lágrimas, y abriendo sus ojos completamente, escuchó el llanto de sus hijos.Tirando aquella daga maldita, Ares abrió aquellas puertas de la sala de operación. ¿Por qué estuvo a punto de cometer aquella estupidez? Aquellos niños, eran el regalo más bello, que su hermosa Eufemia Farbauti le había dejado…y era su deber, protegerlos.Los ojos de Ares se abrieron con asombro, y las lágrimas nuevamente se resbalaron de sus ojos de zafiro al ver aquello que le había devuelto la vida y la calma a su alma y corazón. En aquella cama de hospital, yacía Eufemia despierta, con un par de cachorros en sus brazos.Un varón y una hembra.—Ares…acércate, ven a conocer a Bader y a Seirén…ellos son, los herederos del Alfa —Acercándose a su hermosa familia con las piernas temblorosas, Ares se abrazó de Eufemia.—Estás aquí…mi Euf
—¡Eufemia! —Gritaron con desesperación y dolor Ares y Félix. Aquella hermosa mestiza, se había atravesado para recibir aquella puñalada, en lugar de Ares. Cayendo herida entre los brazos del único hombre al que había amado, aquel Alfa del que se enamoró a primera vista y que representaba toda aquella felicidad que había añorado, acaricio su rostro, aquella mujer, sonreía. Al final, sus sueños, no los vería cumplidos.—Lo lamento…Ares — se disculpó la hermosa rubia.Las lágrimas de Ares se escapaban como cascadas desde sus ojos de zafiro. Sosteniendo la delicada mano de Eufemia, notó en ella aquel anillo. Era el anillo de su madre, el que le dio aquella noche en donde ebrios, sin saber quién era el otro, yacieron juntos por primera vez.—No, no, tú no puedes dejarme…eres mía, mi tonta escritora, mi hermosa mestiza…tu no poder irte sin mi permiso, ¡Tú no puedes irte a ningún maldito lado sin mi permiso!...yo, no sé vivir sin ti…no puedo vivir sin ti — sollozo Ares aferrándose a aquella
Una batalla se había desatado; aquellos cazadores que apoyaban la infame causa de Elijah Bennet, peleaban contra aquellos que se le oponían, y los lobos, puros o mestizos, peleaban contra los esbirros que aún quedaban.Ares esquivaba aquellos poderosos ataques de Soromir, quien derramaba lágrimas de dolor y frustración. Todas aquellas memorias de su tierna infancia llegaban hasta el, recordando con pesar aquel tiempo en que las tierras de los Fenrir no estaban malditas. Los verdes pastizales se mecían con el viento, y el aroma de las flores silvestres que crecían en los campos, llegaba hasta la mansión que era su hogar, Ares y el recorrían aquellos valles en primavera, buscando ranas, algún insecto, o una nueva aventura de exploración para compartir juntos. La figura de su madre y padre, tambien se dibujaban en su mente sentados a calor de la chimenea cuando el crudo invierno asolaba, y se refugiaban en la ancestral mansión entre las montañas. El ya no era un niño, Ares, tampoco lo er
La vida y la muerte, dos lados de una misma moneda: la existencia. El alma de todo ser, un día, transmuta en algo diferente, en algo que se vuelve hermoso y eterno. El amor era la base de toda emoción que existía, incluso el odio mismo, nacía de él indudablemente. Desde que el mundo era mundo, desde que el tiempo era tiempo, miles de criaturas habían nacido y perecido, y miles de amores se habían formado. El amor era leyenda, el amor, era el fuego que mantenía viva el alma en la vida y tambien en la muerte. Y era el amor, precisamente, lo que daba comienzo a toda bella historia. Eufemia Farbauti amaba a Ares Fenrir, lo amó desde el momento mismo en que lo vio por vez primera, y Ares, tambien la había amado en el instante en que sus ojos se cruzaron aquella noche. Pocos eran los amores que perduraban ante el paso del tiempo, ante la crueldad del dolor y a los muchos sufrimientos. Solo un amor profundo y verdadero, desafiaba al destino en aquella lucha incansable por el derecho a ser fe
—Lo lamento, Alfa Fenrir, pero esto es todo lo que les permitiré avanzar —Ares miró a aquel maldito vampiro.—¿Qué haces aquí? ¡¿No eras nuestro aliado?! — gritó con una mescla de confusión y de rabia mientras aquel ser le mostraba una sonrisa burlona dejando ver sus afilados colmillos.—Oh no Alfa Fenrir, yo nunca dije que era su aliado, tan solo protegí a esa mujer por petición de mi querido Noah García…pero resultó muy conveniente intervenir en este conflicto tan patético ——¿Qué quieres decir? — cuestionó Félix.Dragos miró a ambo Alfas; lo habían dado todo por proteger a esa mestiza sin importar pagar con sus vidas por ello, era realmente algo trágico que las cosas no resultaran como ellos deseaban, por ello era que el amor era el acto más estúpido e insensato que cualquiera pudiese cometer…incluido el mismo.—Eufemia Farbauti, y lo que crece en su vientre, es todo lo único que realmente necesito para obtener lo que quiero…y por volver a verla, hare todo lo que sea necesario, as
—No será hoy, vampiro, me encargare de liquidarte, no me importa quien seas —Elijah Bennet se había lanzado sobre aquel temible vampiro que lo miraba con tanto odio y desprecio, que lograba helarle la sangre. Dragos sentía aquel terrible impulso por arrebatar con sus propias manos la vida de aquel miserable.—Incluso tu voz…es la misma… ¿Cómo es posible que puedas aferrarte tanto? Maldito Antonescu…sigues apareciendo en mi camino a pesar de todo… —Elijah no comprendía que era lo que aquel miserable ser le estaba diciendo.—¿De qué demonios hablas? Vampiro, yo jamás te había visto, y yo soy un Bennet, no un maldito Antonescu — aseguró.Dragos mostró una sonrisa rota. Sus colmillos castañearon con rabia y rencor al recordar a aquel primero cuyo rostro volvía a nacer una y otra vez.—Tu, eres…Emmeran Antonescu…aquel maldito cazador que una vez me arrebató lo más amado —Arrojándolo lejos, no deseo seguir contemplando aquel rostro confuso que le heria profundamente lo que le quedaba de
Último capítulo