Tal como si estuviese en cámara lenta, veo como Leonardo se hinca delante de todos, sin importarle el qué dirán y con esos bellos ojos azules que en este momento están rojos, por tratar de contener el llanto, me toma de las manos, mientras me dice lo que nunca pensé escuchar viniendo de él.
—¡Perdóname, por favor! Fui un tonto por creer en todos menos en ti, pero de lo que en verdad estoy seguro es que yo te amo. Durante todos estos meses, sin poder hablar contigo o saber de ti, he sido el hombre más infeliz que pueda existir. Te has clavado en mi corazón, Camille Dumont y espero que me dé la vida para demostrártelo —dicho esto, besa mis manos y me mira expectante.
—¡Levántate, por favor, y márchate! Es mejor así. No me obligues llamar a seguridad para que te saquen de aquí —le pido en cuanto me recupero un poco de lo que acabo de presenciar.
Retiro mis manos de entre las de Leonardo y cuando ve la determinación en mis ojos, se levanta y sin poder detenerlo, me acerca a él para dejar u