Don Xavier
Con la excusa de que estoy por regresar a España invito a Camille a mi casa el domingo por la tarde y gracias a que aún cree que no estoy en contacto con Leonardo acepta de inmediato, sin imaginar que ese día se revelará que mis sospechas eran ciertas, alguien interfirió entre la relación de mi nieto y Camille.
Por fin, el día que tanto había esperado llegó, el día en que todo saldrá a la luz y, aunque pensé que estaría un poco más tranquilo, lo cierto es que desde que amaneció me siento un poco ansioso, deseando que ninguno de los dos cabezas duras me deje plantado.
Cuando son cerca de las tres de la tarde, tocan a mi puerta y sin siquiera mirar sé que se trata de Camille.
—¡Buenas tardes, Don Xavier! Le he traído un postre como agradecimiento a su invitación —comenta, dándome un abrazo, mientras mi ama de llaves toma el postre y lo lleva a la cocina.
—¡Buenas tardes, pequeña! Me alegra que estés aquí. Vamos, siéntate un momento conmigo en lo que está lista la comida para p