—¿Y entonces me dirás que yo vi mal? —se burla Camille—. ¿Dime, para eso, me citaste ese día, para dejarme en claro que la estaban pasando de maravilla con su sexo de despedida? ¡¡Los escuché, nadie me lo contó, Leonardo!! En verdad pensé que eras diferente a otros hombres, pero veo que me equivoqué, resultaste peor que Iker —solloza, limpiando con furia las lágrimas que se derraman por sus mejillas.
—¡¿Cómo te demuestro que no te engañé?! Yo no te cité en ningún momento, sabía que tenías mucho trabajo al igual que yo, además, quedamos en que nos veríamos hasta el siguiente fin de semana. ¿Por qué cambiaría de planes en el último momento?
»¿Y por qué piensas que te cambiaría a ti por alguien como ella? ¡¡Y no me compares con ese imbécil!! —replica molesto ante semejante comparación.
—Hijo, creo que es tiempo de que le expliques a ella sobre el día en que te sentiste mal y que no recuerdas nada —le sugiero con calma.
Ambos me miran extrañados como si debido a su discusión se hubiesen ol