El nuevo departamento era un templo de vidrio y mármol.
Las luces tenues se encendieron automáticamente cuando Caleb abrió la puerta, revelando un espacio que parecía flotar sobre la ciudad. Las ventanas panorámicas dejaban ver el horizonte iluminado, los sillones de cuero gris contrastaban con el brillo del piso de mármol, y el aroma a nuevo impregnaba cada rincón. Caleb se quedó inmóvil, con la respiración contenida, como si no quisiera perturbar la perfección del lugar.
—Rous… —susurró, con una sonrisa que no lograba ocultar su incredulidad—. Esto… esto es todo lo que mereces en verdad, amor.
Caminó despacio hacia el centro de la sala, girando sobre sí mismo, observando la cocina impecable, la habitación principal con una cama tan grande que parecía un océano. —Esto es todo lo que siempre soñé darte. Lo que siempre quise que tuvieras.
Rous no respondió de inmediato. Recorrió con la mirada cada detalle, sintiendo una mezcla incómoda de admiración y vacío.
Sí, era hermoso. Sí, era pe