Las primeras noches fueron un delirio. Rous del futuro se entregaba a Caleb con una pasión voraz, una intensidad que lo desarmaba y lo dejaba sin aire. Lo besaba como si quisiera devorarlo, lo abrazaba con la fuerza de alguien que había esperado toda una vida para tenerlo, y en cada caricia ardía una necesidad oscura, desesperada, casi peligrosa.Caleb, fascinado, se dejaba arrastrar por aquella nueva versión de su esposa. No recordaba haberla visto tan encendida, tan entregada, tan hambrienta de él. Era como si la mujer que había conocido hubiese renacido en un fuego imposible de apagar.En su cuarta noche entregándose al deseo de Caleb, el murmuró. —¿Qué te ha pasado, Rous? —murmuró entre jadeos, besándole la piel con ansiedad—. Nunca habías sido así…Ella lo atrajo hacia sus labios, lo calló con un beso ardiente, susurrándole al oído: —Aprendí a vivir, Caleb. Aprendí que todo lo que deseo… puedo tenerlo.Comenzando de esa manera la farsa que ella ya estaba planeando en su mente amb
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