El recuerdo de un entorno seguro y familiar provocó que se sintiera nostalgia. Aquel tal Andrey tenían razón ella no pertenecía a aquel lugar. Mudarse allí había sido una idea malísima de su madrina, la fuese dejado en aquel convento y se fuera entregado a la orden para ser monja.
Alguien en quien, ni siquiera podía pensar sin desear romper algo, era ese tal dueño de la mansión, ya comenzaba a odiarlo. Su cabeza, no dejaba de pensar en el. Como le había prohibido muchas cosa en esa casa y lugares que a ella le gustaba estar, cuando se sentía sola.
Pero ella algún día lo iba a conocer en persona y le diría unas cuantas cosa en su cara, Branyelith solía tomarse las cosas con filosofía, pero ese día la invadía la rabia y la frustración. ¿Era posible que tuviera un día peor? Por supuesto que sí. No paraban de sucederle cosas, y que vinieran de parte de aquel Ruso amargado, y que ese hombre no hacía más que aparecer en los lugares menos imprevisto de la mansión. Dos veces no eran demasia