A veces me pregunto si soy solo un rompecabezas a medio armar, con piezas que no encajan entre sí, piezas que no son del mismo juego. Hay días en los que mi reflejo me resulta ajeno, como si mis propios ojos no fueran míos. Y otras veces, como ahora, todo en mí grita que estoy a punto de descubrir algo que cambiará todo.
Pero también tengo miedo.
Miedo de que no me guste lo que voy a encontrar.
Miedo de que sí me guste.
Miedo de que lo que soy no sea del todo humano.
Acepté esta cita con Lucien no porque me interesara románticamente, ni porque sintiera una conexión que no pudiera explicar —aunque eso también era cierto—, sino porque necesitaba respuestas. Urgentes. Si él sabía algo de mi padre, o si lo había conocido… entonces era el eslabón más cercano que tenía al abismo de secretos que me rodeaba.
Esa tarde, me vestí sin pensar. Por primera vez en semanas no me arreglé para ocultar nada. No delineador, no base, ni siquiera un poco de rubor. Solo yo. Piel desnuda, cabello suelto, y