Natalie cerró la puerta de su cabaña con un movimiento torpe y desesperado, teniendo que apoyar su espalda contra la madera de la puerta al sentir cómo el suelo bajo sus pies parecía temblar, pues el día había sido un cúmulo de emociones que no podía procesar, cada una más abrumadora que la anterior, porque si creía que el escuchar el supuesto arrepentimiento de Malakai y que tal parecía que ahora si le creía que él era el padre de su hijo, la había tomado desprevenida, el ser increpada por Nilda había sido demasiado, las palabras de la empleada, habían despertado un dolor psicológico y emocional que no lograba comprender, una punzada que parecía aferrarse a su pecho y no dejarla respirar, porque la sola idea de ser vista por Malakai como algo menos que importante, como una mera amante, la golpeaba con fuerza aunque si debía ser honesta con ella misma, Malakai ya se lo había dado a entender, le había dicho mujerzuela en la cara, “mujeres como tú” con esa voz que dejaba más que claro s