Capítulo 3.

La gran casa luce igual que cuando nos marchamos, como si el tiempo se hubiera detenido, en parte es satisfactorio y a la vez triste, que un hombre este solo, detenido en el tiempo.

No fueron más de cinco pasos los que pude dar, antes de que Nilda apareciera frente a nosotros, su recibimiento no fue tan efusivo como el de Magnus, pero es entendible, yo era solo la niña que complicaba su labor en aquel entonces y parece que ahora también.

— Prepara la cabaña grande y acomoda las cosas de mi pulga allí. — Nilda no dice nada, pero su rostro deja más que en claro que la orden de Magnus no le agrada.

— No es necesario yo puedo… — trato de decir mis intenciones de esta visita que más es un pedido de empleo.

— Eres mi invitada, no una empleada. — bien, eso no es lo que vine a buscar y debo dejarlo en claro.

— Magnus…

— Nilda, ve y has lo que pedí, y tu pequeña pulga, espera en mi oficina, mientras preparo café. — a pesar de que el rostro de Magnus es serio, veo cierta alegría en sus ojos.

Sin más replicas a su pedido, mis pies deambulan hasta el lugar en donde solía esconderme cuando mi madre me queria regañar, pensándolo bien, era a Magnus a quien buscaba cuando algo me asustaba y ahora no es diferente, si de mi se tratara jamás hubiera dejado el rancho, era tan feliz aquí.

— Toma. — dice mientras me da la taza de café, aun luego de tantos años, su mano es enorme en comparación a la mía, pero sigue teniendo esa delicadeza única, es grande pero no es torpe. — Bien, quiero saber todo. —dice apenas su espalda toca el respaldo del sillón, no suena a un interrogatorio, aun así, es… complicado.

— ¿Quieres saber porque estoy aquí? ¿o que ha pasado en estos años?, porque lo del rostro desde ya te digo que fue un accidente de tránsito, la bolsa casi arranca mi cabeza. — bebo un poco de té, al fin relajada, como cuando de niña le contaba mis aventuras del día, como si el tiempo no hubiera pasado.

— Si estás aquí, es porque recordaste el camino a tu hogar. — un nudo surge en mi garganta, ahogándome de pronto, aun así, dejo salir un bufido, y bebo un poco de té, no soy débil, me repito y trato de creerlo.

— Es verdad, no puedo negar que solo aquí sentí que tenía un hogar, aun así, no quiero que creas que soy como mi madre, si me empleas juro…

— ¿Darte empleo? — la frase suena a grosería en su tono de voz, y la molestia aparece en su rostro. — Dime ¿qué te hace pensar que dejare que tu trabajes aquí? ¿no le acabo de ordenar a Nilda que preparé la cabaña de al lado para ti?

— No es una visita lo que estoy haciendo Magnus, yo… busco un nuevo comienzo, quiero quedarme aquí. — explico de forma apresurada, en realidad tampoco me interesaría quedarme en el rancho, solo busco un sustento para poder permanecer en Montana.

— Y lo harás, pero no como mi empleada.

— Pero…

— Yo te traje al mundo pulga, fui el primero en verte. — su revelación me toma desprevenida.

— ¿Qué? — una sonrisa triste se posa en sus labios.

— Debí suponer que tu madre no te lo contaría, tu no solo naciste en este rancho, yo asistí a Teresa esa tarde, y te puedo jurar que no es lo mismo ayudar a una yegua que a una humana a parir, supe lo que era el milagro de la vida por solo tenerte en mis manos, cubierta de sangre y llorando tan fuerte que por poco rompes mis tímpanos, avisándole al mundo que tu estabas aquí y supe que este era tu lugar, nunca debí dejar que Teresa se marchara… — la historia de mi nacimiento da un giro ante la información que Magnus suelta.

— ¿Se marchó? ¿Cómo…? Ella me dijo que tú la corriste. — digo con sorpresa y molestia, porque en mi mente de niña Magnus me había expulsado de mi hogar, le guardé rencor por algunos años, hasta que finalmente crecí y lo comprendí. — No es que te reproche y estabas en tu derecho, luego de lo que mi madre hacía. — desvió mi mirada porque es tan vergonzoso recordar lo que mi madre era en aquel tiempo.

— A mí solo me interesabas tú, tu bienestar, lo que Teresa hiciera en su vida me tenía sin cuidado, no puedo creer que mintiera de esa forma. — puedo jurar que escucho un leve gruñido en su pecho, pero Magnus siempre pareció más animal que humano cuando se enfadaba.

— Eso ya no importa, creo que debí suponer que mamá mentía, siempre lo hizo, le encantaba quedar como una pobre empleada desechada frente a su esposo. — Magnus se trapico con el café, gracias a la carcajada que lanzo.

— ¿Tu madre se casó? Eso si es un milagro. — no puedo evitar unirme a su chiste, si, mi madre es un gran chiste.

— ¿Quieres oír algo más divertido? — Magnus asiente con la cabeza y mantiene una gran sonrisa en su rostro. — Ella es ahora una señora de clase alta, que se avergüenza de que su hija se quiera separar del esplendido esposo que ella le consiguió con tanto esfuerzo. — mi risa se esparce por el despacho, pero la de Magnus desaparece poco a poco.

— ¿Qué? ¿Cómo que te consiguió esposo? ¿ella te obligo a casarte? ¿en qué tiempo piensa que vivimos? — Magnus gruñe y yo me apresuro a negar con la cabeza.

— No, no fue así, como ocurrieron las cosas, fui yo que me deje embaucar, mi madre solo concertó las primeras… dieciséis citas, luego mi estúpido cerebro pensó que sería una buena idea formar una familia propia, estaba cansada de las quejas de Maicol, el esposo de mi madre, él es … materialista, y le molestaba que perdiera mi tiempo estudiando cocina, creía que el ser chef no me llevaría a ningún lugar.

— ¿Entonces eres chef? — eso era lo que me gustaba de hablar con Magnus, él tenía la facilidad de quitar lo malo y dejar solo lo bueno, él guiaba la conversación y eso se sentía muy bien, sin tener que pensar mi próxima respuesta o de que hablar, por donde comenzar.

— Lo soy, Nelson al menos me permitió terminar mis estudios, pero… él es un empresario y que su esposa cocinara para otros, no era lo que queria.

— Al menos, te permitió eso… ¿Qué cosas no te permitía?

— Bueno, no es que no me permitía, es solo… él es un empresario y tiene razón al decir que su esposa no puede estar cocinando para otro. — sus ojos parecen brillar, pero creo que es la luz del sol que ingresa por las persianas.

— Entonces ¿qué hacías? — preguntas cortas precisas, pero a la vez sin escarbar mucho, como si no le interesara cuantos años estuve casada, esto si es relajante, no como las preguntas juzgadoras que me hicieron en el hospital o luego la policía.

— Trataba de quedar embarazada. — solté la verdad y los ojos de Magnus casi caen de su rostro. — De mi esposo, obviamente. — aclaro porque no quiero que Magnus crea que soy como mi madre. — Queria a alguien que me hiciera compañía, alguien a quien amar.

— Eso quiere decir que Nelson no pasaba mucho tiempo en casa.

— No, él trabaja todo el día, es un empresario muy ocupado.

— ¿Y tú?

— En casa, era mi deber ocuparme de ella, a Nelson no le gustaba tener empleados, la gente extraña no era de su agrado.

— Él te golpeo.

— Si… — y cuando lo dije mordí mi lengua, Magnos guío la conversación a su gusto y yo lo permití. — Es decir…

— No debes justificarte Natalie, tampoco avergonzarte, eres fuerte, siempre lo fuiste. — sus ojos no me juzgaban, no me cuestionaban y no me culpaban, Magnus no me miraba como lo hizo Maicol o mi madre.

— Perdón por mentirte, es solo que… no quiero tu lastima Magnus, solo quiero un empleo, yo puedo…

— Tú puedes con todo, lo sé, y es por eso por lo que no puedo emplearte. — mi pecho se oprime, mi labio tiembla. —  solo puedo ser tu socio.

— ¿Socio?

— Creo que es tiempo de salir un poco más de este rancho, me han dicho que el pueblo ha crecido y creo que un buen restaurante me servirá de excusa para pasar tiempo fuera, con las finanzas, mientras la chef Natalie le muestra a Montana lo que es bueno.

— Magnus, ni siquiera sabes si lo que cocino es bueno…

— No es necesario, tú puedes con todo pulga y sé que cuando algo te apasiona, eres la mejor. — no sé qué decir, regrese buscando un lugar donde esconderme, donde sanar, donde empezar de nuevo, regrese a ganar tiempo y ahora…

— No te defraudare Magnus. — sonrió, aunque mi rostro duela como el demonio, pero por primera vez en mucho tiempo, sonrió con el corazón.

— Sé que no lo harás, ahora ve a descansar, deja que este viejo lobo se encargue de todo, tomate un tiempo para disfrutar de este rancho, de tu hogar.

Eso sonaba a felicidad, al fin y luego de mucho tiempo.

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