En un rincón de la oficina de Kamus, Úrsula permanecía aturdida, incrédula. La historia del jefe retorcido, pervertido y acosador acababa de dar un giro completamente inesperado y ella ya no sabía qué pensar.
—¡Éste es mi número, no el otro del que te enviaban los mensajes! Ese es el número de Martín. Jodido Martín, me las va a pagar.
La exasperación de Alfonso parecía demasiado real como para ser actuada. La furia hasta le había teñido de rojo las mejillas y buscaba por todos los medios limpiar su honra.
Llamó hasta a Lupe, la señora de la limpieza a la que Úrsula le pedía los paños.
—Dígale quién es el que se acuesta con todo lo que se mueve en esta empresa.
—No molesten a mi Martincito —exigió ella, con la escoba en alto.
La prueba definitiva fue el testimonio de los guardias del cuarto de vigilancia, quienes habían recibido unas botellas de un exclusivo vino a cambio de dejarlo unos minutos a solas frente a las pantallas.
Y el cretino, descubierto en sus fechorías, ahora andaba pr