XIV El fin lo justifica
Amalia se alejó del toque de Mad y su intrusiva mirada. Siguió ordenando los víveres.

—¿Quién te hizo eso?

—Da igual. Compré unas pastas que nunca he probado. Voy a prepararlas con filete. ¿Es tan bueno el filete como se dice? Eso espero, era costoso, pero me mantuve dentro del presupuesto.

—¿Quién fue?

—Nadie importante, ya olvídalo.

—Imposible. O me dices quién fue o me lo dices.

—¿Y por qué te importa tanto? Ya perdí la cuenta de las veces que has intentado matarme, pero creo que van como tres.

—No es lo mismo, yo nunca te golpearía.

—Intentar matarme es peor.

—Yo no intento matar, yo mato. A ti sólo te he asustado, nada más.

—¡Y eso también es peor! Es tortura psicológica.

—¿Por qué proteges a tu agresor? ¿Mantienes algún vínculo afectivo con él?

—¡No!

—¿Entonces?

—¿Y por qué quieres saber?

—Porque actualmente estás bajo mi protección. No me gusta sentir que he fallado.

—Esto no tiene nada que ver con Markel, así que tampoco tiene nada que ver contigo. Y sí, te ves más sexy
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