—Dante... no apartes la mirada de mi cuerpo ni siquiera un segundo—
Mis ojos no vacilan. Mi mirada es inquebrantable, oscura y hambrienta. No puedo creer que ella me esté diciendo estas cosas.
Estoy a punto de perder la poca conciencia que me queda, a punto de liarme para siempre con su cuerpo.
Entre mis manos tomo mi pene y lo acaricio con sutileza por toda su vagina, empapándola de los fluidos que la excitación severa me ha provocado.
—¡Ahh! Maldita sea, Sol—tiemblo debatiendo entre si debo hacerlo o no.
Conteniéndome de una forma muy miserable, y cuando toco su entrada, posicionándome para entrar...ella tembló soltando un gemido suave. Me aparto de su cuerpo y suspiro.
—¿Qué...? —me pregunta flexionando los codos.
Suelto una risa mientras busco la forma de calmar el dolor que tengo de no poder tocarla.
—No voy a tocarte. Aún tienes miedo, deja de hacer las cosas por impulso, o la próxima vez no me voy a detener como ahora—giro el cuello hacia ella y la miro a los ojos para hablar o