Todo está mal. Dante y yo llevamos dos meses separados viviendo en la misma casa. Él me ignora, no me habla, y rara vez lo veo.
Intento hablarle, pero responderme parece no tener ninguna importancia para él. He intentado provocarlo para que me haga el amor, pero me rechaza. Está tan mal... se ha adelgazado demasiado y ya ni siquiera le importa fumar frente a mí las pocas veces que lo veo.
Ahora voy rumbo a casa de su padrino. Me mandó a buscar, al parecer tenía algo importante que decirme.
El cáncer se le ha complicado. Lamentablemente, las quimioterapias no están funcionando como esperábamos. Entiendo que Dante está cargando demasiado, pero eso no disminuye el dolor.
Al llegar a casa de Enzo, me reciben con gentileza y me conducen a su habitación. Parece la de un rey: amplia, elegante, casi irreal. Es como si gritara: "Tengo mucho dinero y me doy la vida que deseo." Está recostado, con una bata negra de bordes dorados. Al verme, pone su mejor cara, quizá para no preocuparme por su as