Llora o mejor arrástrate.
—¿Qué sucede? ¿Te sientes celosa porque no fuiste tú quien la manchó de labial rojo intenso?—me burlo.
—Lo siento, usted no es mi tipo ni de mi agrado—me mira con cara de asco.
Pensé que la molestaría, y al final, quien se molestó fui yo.
¿Que yo no era su tipo, ni de su agrado? ¿En serio?
Perra engreída.
—No escupas para arriba, puede caerte toda tu baba en la cara— la tomo por el mentón y me acerco a su oreja.
—¿Lo entiendes? —le susurro.
—Tienes mucha fe. Para ser un demonio, eres muy creyente— suelta una risa seca.
—Ni siquiera el diablo se ha atrevido a decir que Dios no existe—le guiño el ojo con una leve sonrisa retorcida y salgo.
***
El día se complica un poco más, pero aún tuve tiempo para pasar por varias tiendas.
Qué increíble y emocionante es tener que hacer esto por una mujer que detesto...
No te mereces nada, pero odio que seas una exhibicionista.
—No sé para qué hago cosas por ti, si eres una perra malagradecida— pensé en voz alta.
—¿Qué dijo, señor?— pregunta el conduc