Salgo de su habitación con una risa sucia en el rostro.
Lo que más temía se hizo realidad, pero debo sacarme esos pensamientos de la cabeza.
—No... tú no puedes gustarme a ese punto tan... mierda—
Ni siquiera voy a la cama. No tengo sueño, quiero golpear algo o a alguien... o que me golpeen por bastardo.
Me he vuelto un hombre de poco dominio gracias a una mujer... si pudiera llamarse mujer a esa adolescente.
Voy al gimnasio y me desquito con el saco de boxeo.
Agarro la botella de agua y la bebo de un solo trago.
Suspiro sin darme cuenta de la hora. Llevo dos horas aquí y, aun así, no logro sacarla de mi cabeza.
Me dejo caer sobre el piso acolchado y, justo entonces, suena mi teléfono.
Conozco ese asqueroso número... ni siquiera tiene el descaro de llamar privado.
Si respondo esa llamada... estoy cediéndole a su hija y eso significa que no podré cobrarme el que me haya hecho este daño.
Pero... no puedo tenerla ni un día más aquí... perderé el control y, si pierdo el control, lo perder