Capítulo 28 — Confesiones en el invernadero
Después de casi una semana de reposo, Virginia se sentía cansada y harta de estar encerrada. Los primeros días había obedecido sin protestar las indicaciones del conde y del médico, bebiendo tisanas, descansando y permaneciendo en su habitación. Sin embargo, su carácter inquieto no toleraba bien la clausura, y poco a poco el encierro se había convertido en un tormento. Su única distracción eran las misivas que intercambiaba con Charlotte a través de los criados.
Charlotte le contaba con lujo de detalles cómo había transcurrido la enfermedad en su casa: ella se había recuperado con rapidez, pero su madre y su hermana Olivia no corrían con la misma suerte. El padre de las muchachas estaba molesto con su esposa, a quien culpaba de haber expuesto a todas a la lluvia del día del picnic junto al lago. Según Charlotte, la tensión en su hogar era insoportable y pasaban la mayor parte del tiempo en silencio, para no avivar la ira paterna.
En la resid