Capítulo 27 — El aguacero inesperado
El hecho de que el marqués continuara hospedado en la residencia Derby era, para muchos, una circunstancia fortuita. Sin embargo, nadie parecía aprovechar más esa prolongada estadía que la señora Peyton, siempre tan atenta a encontrar oportunidades para sus hijas. El conde, aunque mucho mejor de salud, todavía permanecía en reposo; aquella leve indisposición lo mantenía alejado de la vida social que solía desplegar en la mansión, y eso daba pie a que la señora Peyton, acompañada de sus jóvenes hijas, acudiera con frecuencia para visitarlo. Traían miel de abejas de su propia finca, infusiones de hierbas y la excusa perfecta para instalarse cada tarde en el salón principal, como si fuesen dueñas del espacio.
La quinta tarde después de la recaída del conde, su semblante se veía mucho más animado. El médico aseguraba que ya estaba prácticamente recuperado, aunque él mismo se excusaba de salir de su habitación, aduciendo que todavía no deseaba enfrentar