Capítulo 26 — Una cena distinta
El marqués Arturo había dispuesto todo para su partida. Sus baúles ya estaban preparados, el carruaje esperaba en las caballerizas y los caballos habían sido revisados con esmero. Su estancia en la mansión Derby llegaba a su fin, aunque en el fondo de su corazón no terminaba de comprender por qué le costaba tanto marcharse. Sin embargo, aquella mañana el destino le deparó un giro inesperado.
El conde se levantó con un mal semblante, aquejado de un resfriado que, aunque no parecía grave, había debilitado su ánimo de manera visible. La noticia corrió con rapidez por la casa, y de inmediato se mandó llamar al médico del pueblo. Arturo, al saberlo, decidió retrasar su viaje sin dudarlo. Le tenía un gran aprecio al conde, y no lo dejaría solo en un momento de fragilidad.
El doctor Richard Smith llegó a media mañana, portando su maletín de cuero. El mayordomo lo condujo hasta la habitación del conde, donde lo esperaban el anciano y el marqués. Virginia, inqui